Humo, Alcohol Y Drogas

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— ¡ASCO, ASCOOO! — Samantha salió corriendo despavorida, lanzándose en el piso frente a su novia — ¡Voy a vomitar! — anunció.

Sabrina tomó el primer recipiente que encontró y lo puso frente a su boca al verla tener arcadas.

— ¡NO, AHÍ NO!— Kim se tomó la cabeza cuando Sam devolvió todo el alcohol que había tomado en el jarrón de colección chino que Kory había comprado en su último viaje por Asia.

La trigueña desvío la mirada al sentir nauseas. El ruido era ensordecedor, y la cantidad de alcohol en su sistema le hacía difícil concentrarse. Le llamó la atención ver a muchos trabajadores amontonarse frente a la tarima. De pronto, todos se unieron en un solo coro.

— ¡HANNAH, HANNAH, HANNAH! — gritaban al unísono.

A Geller se le heló la sangre— Dios... Kory va a matarnos —.

Nina apareció por detrás sin previo aviso — A todisstass estasss, ¿dón-de eshta Kory? — según ella, había sonado totalmente fluido, o eso creía

Eso mismo se preguntaban todas... ¿Dónde mierda estaba Kory?

— Oh, que bon-nita massscara — continúo la albina, refiriéndose a la persona a su lado.

Dina tomó su dedo — ¡Hey, es mi pareja de baile, consigue la tuya! — le recriminó.

Sí... definitivamente iban a matarlas.

Unas horas antes...

Hannah se miró al espejo complacida. Después de pasar toda la mañana bautizando cada rincón del apartamento de la rubia, se sentía radiante. No entendía como se había estado perdiendo de tan placentera actividad por tanto tiempo, pero no se arrepentía de haber esperado a Kory.

Su novia había declarado una huelga contra la ropa, y apenas pusieron un pie en casa, ya estaban arrebatándose las prendas. El comedor, la cocina y la sala fueron sus primeras víctimas, e incluso la escalera quedó marcada por sus... "efusivas muestras de afecto".

El cuarto no quería ni recordarlo, pues si lo hacía, terminaría regresando y no saldría en unas cuantas horas. No podía darse el lujo de llegar tarde a la fiesta que Kory había preparado para ella y Nina. La mayor se había tomado la molestia de pasar por su oficina, avisándole a todos los empleados a su cargo que esa tarde debían cerrar sus estaciones antes de las cinco, y acudir al gran salón de eventos.

Además, le había regalado un hermoso vestido verde esmeralda, ceñido a su figura y con las medidas exactas, acompañado con joyas a juego y tacones de punta fina. Supo que David James había metido su mano en eso cuando vió salir a Kory con un traje negro con chaleco del mismo color que su vestido.

La rubia la abrazó por la espalda, apoyando la cabeza cerca a la suya — Estás guapísima, pero te sigo prefiriendo sin ropa — le dió un beso a su hombro descubierto, erizando su piel.

— No empieces de nuevo, por favor, me duelen las caderas — se giró para poner el dedo índice en su boca.

— No me pareció escuchar ninguna queja de tu parte antes — respondió riendo.

— Oh, ¿no lo hice? Que raro, juraría que te supliqué que me dejaras descansar un rato — comentó sarcásticamente.

Mann la agarró de las mejillas con una sola mano — ¿Quién te dejaría descansar con esa carita tan linda? — preguntó imitando el tono de cuando juegas con un bebe, antes de plantarle un casto beso en el dedo.

El timbre sonó llamando su atención — ¿Esperas a alguien? — dijo la azabache curiosa.

— Debe ser el regalo de Kim — contestó separándose para caminar hasta la puerta.

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