Para el Muerto, el agujero

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— ¡ERES UNA DESCONSIDERADA, PUDISTE HABER MUERTO! — Michael gritaba como loco.

Era casi de madrugada, Kory recién salía del quirófano. Por fortuna no era nada grave y podría regresar a casa esa misma tarde, pero su abuelo estaba hecho una fiera.

— Pero no lo estoy — le respondió con calma.

— ¡POR SUERTE... VAS A MATARME DE UN PUTO INFARTO UN DIA DE ESTOS! — siguió gritando mientras se agarraba la cara con rabia.

— Abuelo, ¿Por qué no vamos a fue... — Caleb intentó calmarle.

— NO QUIERO IR AFUERA, ME QUEDARÉ CON ESTA ESTUPIDA — se sentó bruscamente en la silla.

Jhon miraba a su sobrina con una risita entre los dientes — ¿Por lo menos valió la pena? — la insinuación aumentó la tensión del ambiente.

— No estaba ahí para eso — contestó seriamente — Tenía un asunto pendiente — le miró sin ningún tipo de emoción.

— Cállense los dos — recibió el vaso de agua que Nina le ofrecía junto con un par de pastillas para el dolor de cabeza — Gracias, eres un angel Nina —.

— Bueno, nosotros tenemos asuntos que atender, te veremos más tarde — su tio se despidió aún burlesco.

— Que te mejores pr... — Intentó hablar su hijo.

— Nos vamos Caleb — Jhon lo arrastró a la salida.

— Hey, necesito hablar algo contigo después — Kory se dirigió a su primo, el hombre solo asintió y siguió a su padre.

— Debería recuperarse antes de pensar en el trabajo — Nina le sugirió amablemente, tendiéndole también un poco de agua.

— Gracias... ¿Podrías ir a por Kim? — la albina respiró profundo pero asintió.

Salió sin prisa de la habitación, sabía que Kim estaba en la oficina de la Doctora Simons así que tomó el ascensor para bajar al primer piso. Cuando las puertas se abrieron se encontró con Roma de frente.

— Hola Nina, ¿Ya te vas? — preguntó curiosa.

— No Dra, estoy buscando a Kim — le explicó.

— Ah, sigue descansando en mi oficina como la sucia plaga que es — Nina rio — Preciso voy a ver a Kory, avísame si necesitas algo — la albina le agradeció dulcemente. Roma parecía muy amigable.

Caminó un par de pasillos hasta que dio con la oficina. Un letrero dorado que dictaba el nombre de Roma le indicó que estaba en el lugar correcto. Tocó suavemente sin recibir respuesta, por lo que se arriesgó a abrir la puerta. La castaña dormía pacíficamente en una silla, su rostro se mantenía imperturbable. Nina la observó con malicia y se acercó de puntillas. Al principio solo le acarició el cabello, la chica se movió ligeramente y balbuceó algunas palabras indescifrables. Tomó su cara con ambas manos, deformándola en varías muecas graciosas y riendo como una niña. Se veía tan tierna que no aguantó las ganas de morderla. Atrapó su mejilla derecha entre sus dientes y le propinó un pequeño mordisco.

Esta vez sí abrió los ojos, nerviosa y desorientada — ¿Quién? ¿Donde? ¿Cuándo? — preguntó nerviosa.

— Yo, aquí, y ahora — contestó la albina riendo — Tu jefe te busca — le informó con una mirada coqueta.

Apoyó su cabeza en el respaldar — cinco minutos más — susurró antes de cerrar los ojos de nuevo.

— Necesita tu ayuda, el señor Mann está por matarla — la tomó de los hombros y la sacudió.

MANN BOXOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz