CAPÍTULO 14

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Impulsos.

Soy de las primeras en pisar dentro de las instalaciones, pero con todo y eso, ambos sargentos se encuentras ya en el edificio. Antes de poder llegar a la mesa divisoria que supone el puesto de Irina Pussett, mi sargento al mando sale disparado al segundo piso, no presto mucha atención a tal gesto y espero paciente a un lado.

—¡Muchacha! —Era como si no esperara mi presencia allí, aunque estoy bastante segura de que conoce en su plenitud las jornadas que ocurren dentro de estas paredes.

—Sargento, ¿cómo le va? —Con una pregunta rutinaria comienza nuestra plática.

—Bien, bien, ¿mi café? —pregunta estirando su tronco para visualizar mis manos. Se lo tiendo recitando los ingredientes que ella pidió —Me empiezas a caer bien. Aunque no creo que dures mucho.

—¿Por qué lo dice?

—Porque esto es la vida real y es mucho más espeluznante que la ficción.—Su modo de hablar hace eco en los más profundo de mi cabeza y recuerdo la carpeta con el caso Franco en mi portafolio. Me obligo a ignorar su comentario para sacar una duda.

Ya habrá tiempo para demostrar que puedo con esto. Las palabras para mi son solo eso, conjuntos de sonidos que se oyen bien juntos, pero al final no modifican tu realidad. Si quiero demostrar algo, lo haré por medio de acciones, no palabras huecas.

—Tengo una pregunta, sargento, ¿cómo puedo pedir una entrevista con un sospechoso?

—¿Esas no son el tipo de preguntas que le deberías hacer a tu jefe directo? —parece, extrañamente complacida por el rumbo nuevo de la conversación.

—Sí, pero..., creo que usted conoce mejor al sargento Walton que yo.

—En realidad no mucho, pero no puedo ayudarte. En este momento debe estar golpeando su cabeza contra el escritorio —uno mis cejas con confusión —, sube y ve a su oficina, pero no olvides tocar. ¡Siguiente!

Salto un poco por la impresión, pero sin tiempo para dudar, la aglomeración a mis espaldas parece satisfecha por mi partida.

No fue complejo aprenderme la contraseña que requería la puerta de metal. Escaleras arriba todo permanecía igual que la última vez a excepción de Sam y Devora, que ya orbitan dentro de las oficinas.

—Buenos días. —Sam paró sus quehaceres para sonreír en mi dirección y no fue sorpresa que Devora solo siguiera con lo suyo.

Respondí amablemente, aún con mis cosas en mano.

—Nena, me alegra verte. —vuelvo a unir mis cejas.

Dispuesta a preguntar por tal actitud, la reja metálica suena un poco por el movimiento. Tres de mis compañeros entran saludando con cortesía. Sam no para de sonreír, respondiendo a todos.

—La última vez no hablamos. —menciono llamando su atención.

Asiente con la cabeza y la acompaño a su puesto de trabajo, bastante centrado y con vista a todo el piso —Sí... Con el traslado, las cosas del jefe y todos los ajustes..., no tenía tiempo, pero lo hiciste muy bien. —escucharla me anima, es nuevo que alguien piense así —El sargento cree que eres buena.

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