CAPÍTULO 11

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Centro de caridad.

Mi agenda tras la conversación con el señor Christian esta más organizada, a punto de colapsar, pero organizada.

No sé con que tiempo daré un suspiro, pero debo pensar rápido, la agencia es lo que quiero, pero no me puedo permitir dejar el trabajo, y pedirle dinero a mis padres esta más que desechado.

El horario de la facultad se modificó para todos los estudiantes que estamos con la agencia, las clases son más ligeras —siempre por la mañana— y los deberes son menos frecuentes, pero a pesar de esto, tendremos que hacer un verdadero esfuerzo por mantener nuestro rendimiento en ambos terrenos.

Todo esto es un reto. Uno bastante grande.

La agencia exige completa disposición por y para ampliar nuestros conocimientos, junto a la entrega absoluta de nuestro tiempo y energía. Pasaremos tres tardes de la semana dentro de sus instalaciones, con el acompañamiento de la unidad de operaciones especiales y su sargento al mando.

Su simpático sargento.

Y la simpática detective Dawson.

Sobre el trabajo en el restaurante, ya que no podré cumplir con los días habituales, adopté términos especiales con mi jefe, para poder mantener un orden.

Ese será un cambio interesante.

Estoy agotada. La discusión con ese par de señoras fue interesante, pero no trajo mejorías a mi estado anímico.

Acostada en la cama, veo que no es demasiado tarde para llamar a mis padres.

—¿Linda? —En definitiva esa vez es mi vía de escape a la realidad que me abruma.

—Mamá... —Tal vez estoy dejando que mi voz desvele más de lo que me gustaría.

—¿Qué pasa, mi niña?

—Nada, ¿cómo está papá? —sacudo mi cabeza esperando que con eso, mis inseguridades y miedos se alejen.

—Roncando en la alcoba, pero tiene problemas de sueño, claro. —la escucho reír y consigue dar con una sonrisa en mi rostro —¿Cómo vas con el trabajo?

—Bien, ahora con la agencia tengo los tiempos un poquito apretados, pero nada grave. —le resto importancia no sin antes reír al recordar a papá quejarse de su insomnio incesante.
—¿Y qué tal está el jardín y la...? —

—¿Qué tienes? —corta todo intento de distracción para alejar su foco de atención.

—Esta todo bien, mamá...

—No. No lo está. —dedica ella, con certeza —¿Sientes que todo te está sobrepasando?

Mi silencio es respuesta suficiente a una pregunta no hecha.

—Debes entender que eres capaz, completamente capaz, puedes con eso. Y si después de intentarlo, no quieres seguir es respetable y entendible. —hace una gran pausa —Esta bien renunciar de vez en cuando.

—Pero no quiero renunciar, mamá.

«No está vez.»

La Sombra De Tu PresenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora