CAPÍTULO 9

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Tortura.

—Nombre completo. —es la tercera vez que escucho esas palabras, pero la diferencia es que ahora las dice el sargento, rodeado de oficiales y detectives.

—Amber Campell James.

No tiene cara de ser muy amigable, de hecho, no me ha mirado desde que entré a la oficina. Su atención esta en los papeles en su mano.

—Así que entraste ayer y ya estás en mi oficina. —suspira, dando a entender que toda la situación en si, lo aburre. —¿Me pueden explicar por qué no solucionaron ustedes el problema?

—Sargento, ella creó un problema el primer día, como acaba de decir, no creemos que sea bueno dejar que siga en la agencia. —la única mujer aparte de mí en la sala, no duda ni un momento en revelar sus deseos.

—Solo espero, detective, no estar aquí solo porque a usted no le agrada la idea de reclutar estudiantes. —él aleja la vista de la carpeta en su mano y dirige toda su atención a la mujer.

—Claro que no. Sargento, usted sabe que...

—Yo solo sé, que me acabo de sentar en esta silla siendo su sargento y ya todos ustedes vienen a mí con problemas estúpidos que debieron resolver ya. —me mantengo expectante de algún movimiento, este hombre da miedo por naturaleza. Creo que hasta los cristales de la mesa temblaron.

—Lo lamento, sargento. Nos haremos cargo. —la detective Dawson ya se encontraba sujetando mi brazo para arrastrarme a la salida, cuando volvió a hablar.

—¿Quiere decir que me citó aquí a primera hora, por nada?

¿Pero qué quiere este tipo, entonces?

La misma pregunta se debe estar haciendo todo el equipo. La mano al rededor de mi brazo se tensa y nadie dice una palabra.

—Yo... —

—Deje de hablar. —vuelve su vista a los papeles, adoptando de nuevo su aire aburrido —Detective Rocero, ¿usted cree que deberíamos suspender a la señorita?

—No es buena obedeciendo así que... —

—Yo creo que cometió un error, pero tiene su expediente en la mano, esta calificada para estar aquí —el oficial Stewart parece ser el único que quiere abogar por mí.

—¿Le pregunté, oficial?

—No. Disculpe, sargento.

Este gran y empático ser humano, mantiene en silencio por décima vez a la oficina en veinte minutos.

—¿Sabes por qué estas aquí? —ignora la tensión en el ambiente y se dirige a mí nuevamente, rescatando el documento y pasando a la siguiente hoja.

—Porque desacaté una orden de mis superiores, pero claro, ellos no notaron que fui agredida antes de llegar a esa situación.

Su ceño se frunce y por primera vez me mira a los ojos.

Sí que da miedo.

A esta distancia no logro definir el color de sus ojos, pero son oscuros. Tiene el cabello castaño y una barba incipiente adorna su mandíbula marcada. Sus cejas, en este momento ligeramente sorprendidas, son gruesas y de un tono oscuro.

La Sombra De Tu PresenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora