Capítulo 25: Era Hora De Hablar

2K 113 11
                                    

Retiro las sábanas mientras tiro la almohada de cualquier manera, escuchando aun la música de fondo que suena en el porche. La fiesta no se ha acabado ni mucho menos, pero me ha empezado a doler un poco la cabeza por tanto jaleo y me he subido a mi cuarto para acostarme. Claro que no he venido sola.

- Esta cama es muy pequeña - protesta el sevillano, que me mira con su característica mueca de asco.

Yo me río, porque con esa cara sólo me produce mucha ternura, y me encojo de hombros. No hay otra opción. Bueno, sí la hay.

- Puedes dormir en el sofá, o en el establo con los caballos - bromeo rodando los ojos y metiéndome bajo las mullidas mantas.

Él acaba acostándose a mi lado, y enseguida estamos los dos abrazados. El calor que emana su cuerpo es muy reconfortante, y el sentir sus brazos alrededor de mí me calma sobremanera. Rozo su nariz con la mía de forma cariñosa y él sonríe, dándome un pequeño beso.

- Seguimos teniendo que hablar de muchas cosas, señorita Miriam - murmura después de que yo lo bese.

- Tenemos tiempo - replico frunciendo el ceño, queriendo hacer de todo menos pensar.

Si me pongo a contarle todo lo que tengo en la cabeza, no dormimos. Y tampoco tengo ganas de hablar con él de nada, porque es probable que sea una conversación seria y no siento que sea el momento.

- Muñeca - susurra mientras acaricio su nuca y beso su mandíbula despacio. - No hagas eso.

- ¿No tienes ganas?

- Ese es el problema, que las tengo - responde haciéndome reír. - ¿Y si nos pilla alguien?

- Pues se quedará una anécdota bastante graciosa - replico metiendo mi otra mano por debajo de su camiseta para tocar su abdomen.

Parece darse por vencido, porque me busca la boca y me besa con ganas, poniendo sus manos en mis caderas y tirando de ellas para que me ponga sobre él. Echo a un lado las sábanas, que no me dejan moverme bien, y me saco la camiseta del pijama sin muchos miramientos, acomodándome a horcajadas sobre el estómago de Pablo. Sus ojos van directos a mis pechos, y siento cómo sus dedos se clavan en mi cintura. Me muerdo el labio y me inclino para besarlo de nuevo, mientras él aprovecha la cercanía para manosearme las tetas a su antojo. Gimo sobre su boca y empiezo a moverme en círculos sobre él, frotándome bien con el bulto que empieza a endurecerse en su pantalón.

- ¿Tienes condones? - Me pregunta cuando le ayudo a quitarse la camiseta.

Abro mucho los ojos y maldigo en voz baja. 

Me cago en la puta.

Me tiro de los pelos y apoyo la cabeza en su pecho, queriéndome morir ahora mismo.

- Joder. No. Mierda - bufo frustrada. Él también dice alguna palabrota por lo bajo y suspira. - Espera - una idea me cruza la mente y me levanto de golpe, poniéndome lo primero que pillo para cubrirme el torso. - Ahora vengo.

Salgo del cuarto ignorando su ceño fruncido y corro escaleras abajo, sin hacer demasiado caso a la gente que me mira raro por ir en pijama y descalza. Me importa todo una mierda ahora mismo, y el calentón que tengo creo que es el culpable. Localizo a mi madre y voy hasta ella, que está hablando con una amiga suya.

- Mami - tiro de ella, que se gira para mirarme.

- ¿No estabas en la cama?

- Algo así - me río y me acerco más a ella para que nadie más escuche. - ¿Dónde hay preservativos? - Le susurro sin vergüenza alguna.

Ella rueda los ojos y suelta una risita. No es la primera vez que se da esta situación. Y las dos sabemos que probablemente no sea la última.

- En el baño, en el cajón, al fondo.

Imprudente // Pablo GaviWhere stories live. Discover now