Capítulo 11: Simplemente... Auch

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Me despierto con la cabeza palpitándome como si tuviera el corazón ahí y gimo de dolor. Abriendo los ojos como puedo, me doy cuenta de que estoy en la habitación de hotel en la que se están quedando mis amigas. Estamos las cuatro repartidas en dos camas; yo y Alicia en una y Lola y Ariadna en otra. Están todas fritas.

Me levanto intentando no matarme en el intento y camino con el mayor sigilo posible hasta el sillón donde están todos nuestros bolsos. Rebusco mi teléfono y cuando lo encuentro, miro primero que nada la galería, para ver si tengo alguna foto interesante. Me río viendo las imágenes. Nos lo pasamos genial.

Me meto al WhatsApp, por si le escribí a alguien y no lo recuerdo, y por suerte no hice ninguna tontería. Después de una vez que le escribí a mi madre diciéndole que si quería que le mandara nudes, no me fío de mi yo borracha. Creo que fue porque jugando a verdad o reto me retaron, y yo nunca me achanto, así que lo hice. La regañina al día siguiente fue impresionante. Pero las risas no faltaron.

Todos los buenos recuerdos y todas las sonrisas se me agrian cuando veo sus mensajes.

Joder Miriam si no me respondes cojo un avión ahora mismo.

¿No podemos hablar lo que sea que ocurre?

Mierda Mimi.

¿He hecho algo malo?

Háblame por Dios.

Las lágrimas brotan sin poder evitarlo y las seco rápidamente. Son de anoche. Y todos los que van antes de esos siguen ahí, recordándome que llevo días ignorándolo. Que llevo días evitando aceptar lo que me pasa. Porque ya lo tengo claro. Mi deseo más profundo se ha cumplido con quien menos lo esperaba y con quien menos lo quiero.

¿Por qué él? ¿Por qué no puede ser todo más fácil? ¿Por qué de todos, tenía que ser el puto sevillano? ¿El maldito culé?

Suspiro y siento el corazón encogido en mi pecho. Temblando porque no sabe qué hacer. Y yo tiemblo con él. Porque tampoco sé qué hacer. No sé qué esperar. Y la culpa, la tiene Pablo. Sólo él. Sólo él y, más que él, lo que me contó su hermana.

Laura se sienta en su cama y yo me siento junto a ella, dispuesta a que me cuente lo que sea. Y sé que no quiero saberlo. No quiero oír lo que tenga que decirme. Pero a la vez, la curiosidad me puede.

- Yo tuve una amiga... - se calla, haciendo memoria. - Violeta se llamaba - sonríe y me mira. - Era un encanto. Nos volvimos súper unidas. Y un día, conoció a mi hermano.

Yo asiento con la cabeza, intrigada por lo que sea que vaya a acontecer. Sé que va a ser algo malo, pero no sé de qué magnitud.

- Se llevaban genial. Y él estaba, aparentemente, loquito por ella. Su mundo giraba entorno a ella, y viceversa - suspira y sonríe melancólicamente. - Eran adorables juntos, te lo juro.

- ¿Pero?

- Pero él se aburrió. Se le pasó el enamoramiento de un día para otro. Ya no la buscaba. No le escribía. No le dedicaba los goles - se encoge de hombros. - Se esfumó lo que fuese que sentía. Y le partió el corazón a Violeta.

- Bueno, a veces, el amor se escapa, ¿no? - Murmuro, tratando de defenderle de algún modo.

- Puede pasar, sí, pero no fue sólo Violeta. Luego fue una tal Ángela, una tal Paloma, una tal Daniela, luego Mariana... Ya hizo esto una vez, más de una, en realidad. No eres la primera, Miriam.

Trago saliva y trato de explicar qué es lo que me está presionando el pecho de forma tan desagradable. No puede ser verdad.

- Miriam, escúchame - llama mi atención mi amiga. - Aunque suene muy duro... Se aburrirá, como se aburrió de mi ex amiga. Es cuestión de tiempo...

Imprudente // Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora