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Antes de conocer a Madison, no creía en el amor.

Había nacido como un humano artificial, con una expectativa de vida bastante corta, y amar era algo que yo evitaba. ¿Para qué entregarme a alguien por entero, sabiendo que todo iba a acabar, tan rápido como empezó?

Pero Madison cambió todo eso.

Quería compartir mi vida con ella.

Por más corto que fuese nuestro tiempo juntos, nuestro amor sería eterno.

El día que huimos de Hadeano Harlow, la embarqué en un helicóptero que la llevó al aeropuerto de Léxi, a 160 kilómetros de Epione. Ahí, Madison tomó un vuelo transoceánico a los Territorios del Norte, donde la clonación de seres humanos había sido abolida, y los clonadores como Harlow estaban impedidos de entrar. Con sus nuevos documentos de identidad, Madison consiguió un lugar dónde vivir, un auto de segunda mano, y no demoró en hallar trabajo. Contaba además con una extensión de vida. Antes de que partiera, le entregué la vacuna. Quiero que la uses tú, le dije. Prefiero amarte por cuatro maravillosos años, que vivir hasta los noventa, sabiendo que ya no estás.

Permanecí en Epione por varias semanas mientras finalizaba mis asuntos. Cuando llegó el día de mi partida, le dije adiós a Mayara, y tomé la misma ruta de Madison.

Abordo del avión, miré por la ventanilla hacia el cielo azul y despejado, y me sobrevino una tranquilidad que nunca antes había conocido. Bajé la persiana, cerré los ojos, y me puse a dormir.

Al desembarcar en el aeropuerto, recogí mi maleta en el carrusel, pasé por Inmigración y Aduanas, y me dirigí a la salida donde Madison estaba aguardándome con una sonrisa de felicidad. Nos besamos largamente, y después, caminamos hasta el estacionamiento y subimos al auto. Con Madison al volante, recorrimos las amplias avenidas de la gran metrópolis, mientras que ella me daba un pequeño tour de todo lo nuevo que conocía. Llegando al apartamento, me abrió la puerta y dijo: Bienvenido a nuestro hogar.

Una noche, después de haber hecho el amor, ella y yo conversamos:

Ryan, tengamos un hijo. Estuve averiguando, y las clínicas de fertilidad de acá, pueden revertir nuestra infertilidad de fábrica. ¿Qué te parece?

Amor, me queda tan poco tiempo...Lo último que deseo para ese niño, es que crezca sin un padre.

Hagamos algo, dijo ella. Puedes grabarle vídeos para cuando sea mayor. Puedes contarle quién fuiste y cómo nos conocimos. Le puedes dar consejos, y explicarle todas las cosas importantes que un ser humano debe saber. Con esos vídeos, nuestro hijo te tendrá siempre con él.

Sentí que mis ojos se humedecían. Está bien, le dije emocionado.

Al año siguiente nuestro hijo nació. Era hermoso, como su madre. Y su risa, me hacía infinitamente feliz.

FIN

Humanos ArtificialesWhere stories live. Discover now