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Mi teléfono tocó temprano.

Aló.

Buenos días, señor Conrad. Soy Evelyn Harris, la secretaria del jefe de policía Dan Marshall. El jefe Marshall quiere hacerle algunas preguntas, y lo está citando a las once en la Estación Central.

¿De qué se trata?

Él mismo se lo dirá en la estación.

Entendido. Ahí estaré.

Dan Marshall era un hombre muscular de estatura mediana y cabello gris. No era la primera vez que hablábamos, y en la estación, fue directamente al grano: Conrad, necesito saber acerca de una de tus clientes. Susana Ngata.

La información de mis clientes es confidencial, le dije a Marshall. Puede hablar con ella directamente.

Eso va a ser un tanto difícil, Conrad.

Marshall giró la pantalla de su computador y me enseñó las imágenes de la escena del crimen. El esposo de la señora Ngata yacía muerto sobre su cama con múltiples balazos en el pecho. Tendido a su lado, estaba el cuerpo inerte de la propia señora Ngata, quien luego de matar a su marido, se había suicidado dándose un tiro en la sien.

¿Cuándo ocurrió? pregunté.

Anoche.

Lástima. La última vez que hablamos, no mostró ningún indicio de que haría algo así.

Probablemente ni ella misma sabía que haría algo así, dijo Marshall. Es un crimen de amor y un caso cerrado. Tan sólo quería que me des los detalles de la infidelidad, para completar el informe.

Permanecí en la estación por media hora y de ahí me dirigí a la oficina.

Mayara me saludó. Acabo de preparar café. ¿Te sirvo una taza?

Claro.

¿Azúcar?

Sin.

¿Estás bien? dijo entregándome el café.

Le dije a Mayara lo que la señora Ngata había hecho.

¡Santísima Virgen de Oceanía!

A partir de hoy, dije, no aceptamos más casos de engaños. Cancela los que tenemos, y devuélveles el dinero.

Ryan, me imagino cómo te debes sentir, lo que hizo la señora Ngata es horrible. ¿Pero no piensas que la gente que está siendo engañada...merece saber?

Problema de ellos.

Pero—¡qué les digo!

Diles que busquen otra agencia. Y que la próxima vez, no pierdan el tiempo casándose. Todos aquí somos clones, por amor de Dios.

El resto del día la pasé en mi despacho.

Por la tarde, Madison me llamó. Amor, dijo, ven a mi casa.

¿Qué hay de tu show en el Wrybill?

Es mi noche libre...Además, tengo una sorpresa para ti.

¿Una sorpresa?

Sí. Y espero que te guste.

Okay. Paso por mi casa, me afeito, y voy.

Aféitate en mi casa, amor. Tan sólo ven. Y no quiero que te demores.

Vale. ¿Y se puede saber cuál es esa gran sorpresa?

No es una graaan sorpresa. Apenas una sorpresa. Ya verás. No quiero que te demores.

Cuando Madison me abrió la puerta llevaba puesto un delantal.

¿Estás...cocinando? dije.

Créeme, estoy tan asombrada como tú.

Huele muy bien. ¿Qué es?

Pronto verás. ¿Por qué no te afeitas mientras se termina de hacer? Toma una ducha si quieres. Tu toalla la colgué detrás de la puerta.

Salí de la ducha sintiéndome como nuevo. Después me afeité y me pasé la loción para después de afeitar que Madison me había comprado. Cuando volví a la sala ella puso su nariz en mi rostro. Adoro esa fragancia, suspiró. Me preparó un trago e hizo que me sentara frente al televisor. Amor, entretente un poco mientras termino.

Puse el canal de deportes. Australia y Nueva Zelanda se enfrentaban en un partido de rugby en vivo desde Sídney. Era el segundo tiempo y los dos equipos se encontraban empatados. Transcurridos veinte minutos, la disputa se había vuelto intensa. Uno de los mejores jugadores del mundo se preparaba para convertir el try que le daría a su equipo la victoria, y justo antes de que pudiera patear el balón y alcanzar el triunfo, Madison se paró en frente del televisor y dijo: ¡Sorpresa! ¡Preparé la cena! En sus manos sujetaba una asadera con un pollo humeante con papas y verduras. En su rostro, una expresión de alegre satisfacción. ¿Me ayudas a poner la mesa?

Mientras comíamos la felicité: Maddy, está espléndido.

Primera vez que lo intento. Aprendí todo ayer, viendo vídeos online. Es increíble todo lo que puedes aprender viendo vídeos online.

Acabada la cena, fuimos al balcón, donde el aire de la noche corría fresco. Madison llevó una botella de vino blanco de Hawke's Bay y sirvió dos copas. Hagamos un brindis, dijo. Porque nuestras vidas, por más cortas que sean, las vivamos felices en Epione.

Salud.

Después, en un momento más tranquilo, ella me vio callado.

¿Qué fue? preguntó.

Nada. Pensaba un poco.

¿Sobre?

No respondí.

Ryan...dime.

¿De verdad quieres saber?

Ella insistió.

Pensaba...en que hemos pasado todo este tiempo juntos...pero continúas siendo un enorme misterio para mí.

¿Lo soy?

¿Cuándo me vas a decir por qué no quieres volver con tu padre?

Humanos ArtificialesWhere stories live. Discover now