Capítulo 6

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Las sangronas no lloran.

Adaline.

Me ducho cabizbaja, con las manos apoyadas contra los azulejos de tipo mosaico blanco vitrificado.

Mis ojos húmedos e hinchados tanto por el agua con filtro que resbala y viaja por todo mi cuerpo… como por toda la sangre que derramé anoche.

Soy una sangrona.

Rio tristemente para mis adentros con los ojos entrecerrados, para que no me salpique ninguna gota de champú.

Llevo mi mano hacia donde suele estar el acondicionador, el cual una vez que lo palpo en mis manos lo abro untándomelo en las puntas de mi cabello.

Contemplo la suciedad que elimina mi cuerpo y como cae hacia el desagüe desapareciendo así atreves de los orificios de las rendijas.

No hay sangre. Ni un asomo. Ni siquiera restos.

Ese espíritu de Satanás no me da tregua.

—Adaline, cariño. ¿Te estás duchando?—se filtra la voz de mamá a través de la puerta entreabierta.

No, ahorcándome antes de untarme la crema. Juro que hoy no cuento ni con el ánimo ni mucho menos la fortaleza que necesito para enfrentarlos.

Si solo supieran.

Si solo supieran lo que la niñita de sus ojos está viviendo.

—Si mamá. Ahora bajo.

La tranquilizo guardándome el sufrimiento en el fondo de mi pecho.

Ajusto el agua para echármela fría, desde la raíz hacia las puntas antes de apagarla para salir.

Pero sus palabras me detienen con la mano agarrando la mampara, aún sin ni siquiera haber salido del plato de ducha el cual reformaron a mi gusto seis meses atrás.

Seis meses atrás me duchaba tranquila. Ahora ni eso.

—Un hombre le dejó tu bolso a una de las empleadas. Dice que lo olvidaste en el taxi—me comunica desestabilizándome. Maldita sea ya me atrapó—¿No que te quedabas con Vic anoche, Adaline?

Sí sigo así, yo misma auto sepultaré mi ruina.

—Si mamá. Claro que estuvimos juntas—miento ingeniándomelas sobre la marcha—Solo que Vic bebió un poco.  Ya sabes como es. Preferí regresarme en taxi ya que insistía en traerme.

Aprieto la mandíbula.

No era mi intención involucrar aún más a Vic en esto.

—Bien pensado cariño—me elogia rebosando emoción —Eres un ejemplo. Muchas madres desearían tener una jovencita tan madura y responsable como tú.

Niego rehusándome a continuar con esta farsa.

—Te esperamos para desayunar.

Su voz se disuelve una vez que cierra la puerta de mi cuarto y sus pisadas junto ella se vuelven más lejanas.

Tengo que hacer algo.

Esto no puede seguir su camino.

Su camino hacia la destrucción.

La mía.

Con las esperanzas por los suelos salgo de la ducha, entrando mis dedos en las chancletas de baño totalmente desnuda. Ante de dirigirme lentamente hacia el espejo en forma de corazón que ocupa toda la pared.

Cuando mi reflejo se encuentra con mi mirada vacía y sin ánima…

Actúo antes de quebrarme, examinándome de arriba abajo.
Mis senos están libre de cualquier hematoma o herida. Al igual que mi torso, mi abdomen plano y mis piernas.

Una vez tocado el Infierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora