Capítulo 4

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Traición.

Adaline.

Ignoro el mal sabor de boca cuando trago saliva mientras paseo mi mirada por el viejo edificio que está prácticamente cayéndose en pedazos.

Irónicamente como mi alma. Esa cosa me la está arrebatando.

Es aquí.

Calle Martin Luther King Junior , núm 31, piso ocho izquierdo bajo.

Cogí un taxi que me costó dos cientos dólares desde el centro de Piedmont hasta aquí. No tenía cabeza para conducir... menos en este estado.

Me encuentro en la zona oeste en Emeryville, específicamente en Ghost Town.

Si señoras y señores, el karma me quiere.

No espere ni dos horas de leer ese artículo que ya estaba buscando alternativas para mi caso.

Encontré en el mismo blog donde subió Jacob su historia esta dirección ,donde en la sección de comentarios remarcaban la veracidad del servicio de esta clase de...

¿Sesiones espirituales?

Si así es.

He citado a una médium.

Me dirijo hacia el portal con el crudo taconeo de mis botas blancas de gamuza como único consuelo bajo el escrutinio de dos niños.

Estos se encuentran tendidos sobre la suciedad del suelo acomodados sin disimular, ya que susurran entre ellos ante mi llegada.

Exhalo un suspiro aceptando mis deberes.

Siendo un manejo de niervos llevo mi dedo índice tiritando hacia el botón que muestra el número que corresponde en mi nota.

El pitido es tan sonoro e estridente que doy un ligero brinco del susto hacia atrás, desatando que los niños compartan una sonora carcajada entre ellos.

Si ya me caga esto... prefiero no pensar en que me pasará ahí dentro.

-Ves Jack. Viene a ver a la vieja Constance.

Jesucristo.

A lo que he tenido que llegar.

No es hasta que una voz ronca y algo disfónica, apuesto que por el constante uso del tabaco, contesta a través del telefonillo.

-Pasa.

Me muevo rápido hacia la puerta entreabierta dirigiéndoles una mirada de soslayo a los niños, uno de ellos de cabello oscuro y ojos claros se ha quitado la gorra y mantiene la cabeza gacha en señal de respeto ante los difuntos.

Amago una sonrisa y al ver que han conseguido una reacción explotan en carcajadas con las manos coladas en el estómago del estremecimiento.

Paso hacia dentro dirigiéndome hacia el diminuto ascensor, me detengo brevemente por si encuentro algún cartel que indique averías o en reformas, pero gracias al cielo que no es necesario.

Si mis padres se enteran de que estoy visitando un lugar así acabarían en una camilla de hospital privado. Mi madre del impacto a que su hijita deambule por calles tan peligrosas y

Creen que estoy con Vic.

Agradezco que esta me haya seguido el rollo, de todas formas la deuda que tengo con ella es de por vida. Con las esperanzas rozando el suelo entro sin dar marcha atrás hasta que me elevó hacia el octavo piso. El estado del edificio en sí... es lamentable.

Las paredes llenas de garabatos y cortes en la pintura a causa de ralladuras, y apuesto a que también por años sin llamar a un experto en pintura interior.

Una vez tocado el Infierno Where stories live. Discover now