Capítulo 2

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Albert.

Martes por la mañana ya me encuentro en el asiento de copiloto algo sumida en mis pensamientos.

A mi lado Vic se dedica a hablar como una cotorra luciendo como en un lecho de rosas, con su planchado e impecable uniforme.

No pasó por alto el broche de oro blanco que lleva clavado junto al bordado del logo de la escuela, en la parte superior del pecho. Es como una rosa diminuta con un corazón en el centro.

Nunca se lo había visto.

Yo en su lugar llevo unas mocasines con plataforma oscuras, junto unas medias blancas que llegan a la altura de mis rodillas. El pelo lo llevo recogido en una coleta alta con dos mechones sueltos.

Sálvalos.

Luego del épico episodio que volví a experimentar anoche... aparte de no volver a reconciliar el sueño.

Pasé horas y horas llorando como una chiquillas negándome a la cruda realidad que me envuelve y me exprime los sesos. 

Una fuerza diabólica me persigue.

—Sobretodo Dagon.

Algo me hace click causando que desvíe la mirada hacia su ovalado y pequeño rostro de porcelana.

Gran parte del mérito se lo llevan nuestras mágicas rutinas de skincare vía videollamada.

—¿Dagon?—cuestiono torpemente llevada por mi inesperado interés.

Dagon.

Su nombre en mis labios me produce una extraña sensación que me cuesta describir.

Esta asiente hacia mi ajena a ello ya que se encuentra plenamente concentrada en el volante. Giramos la rotonda hasta ir todo recto donde dónde ya transitan estudiantes por el paso de peatones.

—Si el mayor.

—¿Mayor de quienes, Victoria? —insisto entre dientes—No entiendo una mierda.

Niega soltando un bufido.

—Já. Porque así tu decides que sea bonita —comunica con segundas alternando la mirada entre la calzada y yo—Ayer te hablé de ellos. Son la comidilla de Blairsville. Son tres hermanos y dos chicas. Una de ellas su hermana pequeña. La otra la perra privilegiada que creció con ellos.

Me echa una mirada de reojo a lo que le aliento a continuar moviendo la barbilla.

—Se apellidan Schneider. Y sí, como su apellido indica provienen de Alemania pero se criaron en Missouri al morir su padre—se explaya a lo que afilo bien el oído, no obviando por primera vez ningún detalle —Esta Dagon, Albert, Daxton, Larissa y finalmente Annita.

Pronuncia a la última con fastidio achinando los ojos.

—¿Lo contaron ellos mismos?

Da marcha atrás a la vez que mueve el volante estacionado el coche. Ha quedado algo torcido pero lo omito para no meterme en problemas.

—No. Eso es lo único que le contó la directora a David.

David no pierde ocasión en sacarle a su madre información para después repartiré para sus propios asuntos.

Entre ellos acaparar por unos minutos la atención de mi amiga.

—Caray , Adaline. Estos si que son hermosos—dice sin aliento reclinándose en su asiento—Estos si que no se me escapan. Están para que les dejes hacerte trillizos.

Me saca una risa incontenible al escuchar lo último, me volteo para encararla volcando mi cuerpo hacia ella.

No puede estar hablando enserio. Niego rehúsa a aceptar de buena gana lo que está insinuando.

Una vez tocado el Infierno Where stories live. Discover now