45. Las dos Cenicientas

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-Belle-

Sentada sobre mi cama en la tranquila soledad de mi cuarto, observé los dos regalos que mi padre me había hecho aquella noche, a cuál más extraño y fantasioso.

Una Bola 8 Mágica que, según papá, no era como las demás, ya que acertaba (casi siempre) en sus predicciones, y... un smartwatch con un fragmento de cristal mágico en su interior, que podía transformarme en una mujer adulta y con poderes sobrehumanos, como los del Capitán Marvel y sus compañeros.

Recordé las palabras de Georgia, cuando se asustó al no reconocerme: "¡Es una de ellos!"

Ahora podía ser como ellos. Podía ser como él. Tener su edad. Ser su igual.

No, no, no... Sacudí la cabeza. Muy tentador, cierto, pero no era buena idea. Bajo aquella apariencia adulta (que, además, no podría mantener más que unas horas, y que podía consumir mi energía a niveles peligrosos), yo seguiría teniendo los mismos dieciséis años de siempre.

Centré mi atención en la Bola 8, y formulé la pregunta que había estado deseando hacerle desde que papá me la dio:

—Este reloj, ¿podría ayudarme a que el Capitán Marvel corresponda a mis sentimientos?

La agité un poco y esperé, hasta que en la pantalla triangular se formaron unas palabras:  «VUELVE A PREGUNTAR MÁS TARDE»

Solté un bufido:

—Tú no te mojas mucho, ¿eh? —reproché al juguete, recordando que la anterior respuesta que me había dado en el laboratorio también había sido otra evasiva. Así, cualquiera acertaba.

Tomé de nuevo el reloj. Por un lado me aterraba todo aquello, me aterraba y me enfadaba, porque era obvio el propósito de papá al hacernos esos regalos y dotarnos de esos poderes. Nos había utilizado como conejillos de Indias, y ahora que su experimento había tenido éxito, era probable que intentase manipularnos para que usáramos esos poderes para librar por él su lucha contra el Capitán Marvel y sus compañeros.

Pues no sabía si Georgia le seguiría el juego, pero tenía claro que, por lo que a mí respectaba, se iba a quedar con las ganas.

Aunque no hubiese estado enamorada del Capitán, incluso aunque no le admirase a él y a sus amigos por la labor que hacían, yo siempre había odiado la violencia. Además, ¿por qué iba a participar en una guerra que no era mía?

Pero, por otro lado... no podía negar que había sido excitante. Verme de adulta. Tener poderes sobrehumanos, de esos con los que todos sueñan. Ser superfuerte, super rápida, inmune a las heridas y al dolor. No tener miedo y poder volar.

Poder volar.

Siempre había soñado con volar. Algo bastante paradójico si teníamos en cuenta mi acrofobia, pero en mis fantasías yo no experimentaba el menor miedo a las alturas. Cerré los ojos y me imaginé surcando los cielos, como hice aquel atardecer en brazos del Capitán Marvel... pero ahora yo sola.

Casi como en un reflejo automático, me coloqué el reloj, me puse un abrigo por encima del vestido y salí de mi habitación. A oscuras y en silencio, moviéndome como un ladrón en mi propia casa, subí las escaleras en dirección a la planta superior, donde mamá había ubicado un pequeño solarium. A mí no solía gustarme ir allí, precisamente porque estaba demasiado elevado, pero esta vez me sentía demasiado emocionada por la perspectiva de lo que podría ser. No estaba segura de si tendría el valor de intentarlo, pero...

Love and war (Shazam!)Where stories live. Discover now