28. No olvides dónde está tu lealtad

115 14 9
                                    

-Georgia-

—Entonces, ¿seguro que estás bien?

—Sí, Georgia. —Mi hermana dejó escapar un suspiro impaciente—. Igual que cuando me lo preguntaste hace dos minutos.

Suspiré con desaliento. Belle no había pronunciado palabra alguna durante el viaje en coche desde Roxborough hasta Filadelfia, más que para asegurarme que estaba bien las numerosas veces que yo le había preguntado; y había mantenido su vista fija en la autovía. Yo estaba convencida de que estaba cabreadísima conmigo, tenía derecho a estarlo.

—De verdad que lo siento —repetí, no recordaba cuántas veces me había disculpado durante la travesía—. Estaba segura de que no ibas a subir. Yo había tomado medidas para no correr peligro, pero tú no. Pensar lo que habría podido pasar... —No terminé la frase. Prefería no pensar en lo que habría podido pasar, quería borrarlo de mi mente.

—Pero no ha pasado, punto. Todo ha quedado en un susto. Un susto horrible... —añadió, algo tensa—, pero solo un susto. Es mejor que lo olvidemos.

Sí, yo también estaba ansiosa por olvidarlo todo.

Solo cuando entramos en la ciudad, enfilamos el camino a casa y las calles empezaron a hacerse más familiares para nosotras, Belle se permitió relajarse y desviar un poco su atención de la conducción para hablar:

—¿Por qué estaba papá allí?

Yo no contesté enseguida. No me gustaba tener que mentirle, pero si le decía la verdad, que todo lo que había ocurrido se debía a un plan de papá, Belle nos odiaría a los dos. Y papá se pondría furioso conmigo por haberme ido de la lengua.

—A lo mejor había visto en las noticias que el tiempo iba a empeorar y se preocupó por nosotras, así que fue a Roxborough a comprobar si estábamos bien.

—Pues no nos hizo mucho caso cuando nos tuvo delante, nos despachó enseguida. De hecho, fingió que no nos conocía.

—Los tres teníamos que fingirlo, Belle —razoné—. Sabes que, delante de otras personas, tenemos que actuar como si fuéramos extraños. Si alguien se entera de que es nuestro padre...

—Sí, sí, lo sé... —completó ella con desgana—. Adiós al anonimato, adiós al colegio y adiós a todo. Pero no sé por qué papá fue a por nosotras, para después mandarnos a casa y quedarse él.

—Ya sabes por qué: porque apareció el "Gran Queso Rojo". Estando él allí, papá tenía que enfrentarlo, tienen asuntos pendientes.

—¿El gran qué? —se extrañó ella, que ignoraba el mote que le habíamos puesto a nuestro enemigo.

—Me refiero al Ciclón Rojo.

—Se llama Capitán Marvel —la oí murmurar, aunque tan bajito que no estaba segura de si había oído bien.

—¿Qué?

—Nada.

—¿Qué te dijo? —pregunté, recordando que se la había llevado y, durante unos minutos, se había quedado a solas con él—. No te habrá molestado, ¿verdad?

Ella no contestó enseguida. Se quedó unos segundos silenciosa, como si estuviera repasando el momento en su mente.

—No, en realidad fue muy amable —dijo al final—. No sé... llevamos años oyendo hablar de él como si fuera un monstruo, pero no era como yo imaginaba.

Love and war (Shazam!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora