1. Estrategia de defensa

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—Superhéroes.

El abogado pulsó el mando que activaba la presentación con diapositivas del portátil. La primera de ellas mostraba un plano de Superman en una pose heroica, digna de la portada de un cómic.

—Desde hace poco, los humanos comunes hemos sabido de la existencia de metahumanos, seres superiores a nosotros: Superman, Wonder Woman, Flash en Central City, el tipo de los mares... ese pintoresco justiciero enmascarado de Gotham... —Fue pasando diapositivas que mostraban a todos los aludidos, ya fuera en fotos con perspectiva lejana o dibujos de ellos—. Todos ellos poseen ciertas habilidades que escapan de nuestra comprensión, y casi a cualquier explicación científica, los llamados superpoderes... (*)

—Protesto, señoría —intervino el fiscal, en el otro lado de la sala—. Esto es la sala de un tribunal, no una convención de cómics.

El juez frunció el ceño, mientras consideraba si aceptaba la protesta.

—¿Adónde pretende llegar, letrado? —preguntó al defensor— ¿Qué tiene que ver todo esto con la solicitud de revisión de la condena de su cliente?

—Ahora lo explicaré, señoría. Los llamados superhéroes y los superpoderes ya no son competencia exclusiva de los cómics. Son muy reales, y están íntimamente relacionados con el caso de mi cliente. —Señaló al banquillo, donde se sentaba un hombre calvo y trajeado, con una expresión grave bajo sus gafas.

—Está bien, continúe.

—Como decía, esas habilidades que desafían los límites de la ciencia han sido descubiertas apenas recientemente, por lo que no conocemos, ni sus orígenes, ni la forma en la que afectan al cerebro humano. De todos estos poseedores que acabo de enumerar, la mayoría tienen una fisionomía también superior a la del humano medio normal. Se habla de extraterrestres, de civilizaciones perdidas de las que solo se tenía noticia en leyendas: amazonas, atlanteanos... todos ellos seres, no humanos, sino sobrehumanos, que probablemente han tenido esas capacidades toda su vida, y por tanto saben controlarlas.

—Vaya al grano, letrado.

El abogado asintió, algo nerviosamente.

—Sin embargo, ¿qué ocurre cuando un ser humano normal se ve, de repente y accidentalmente, poseedor de capacidades sobrehumanas? ¿No podríamos decir que su cerebro no está, fisiológica ni psicológicamente, preparado para controlarlas? Sería como entregarle una pistola a un niño de cinco años.

El fiscal volvió a levantarse de su asiento:

—Protesto, señoría. Está comparando al reo con un niño pequeño, cuando en realidad es un hombre adulto, y totalmente capaz de distinguir el bien del mal.

—En circunstancias normales, así sería —objetó el abogado defensor—. Pero la defensa trata de demostrar al tribunal que las capacidades sobrehumanas que obtuvo mi cliente realmente afectaron su capacidad de distinguir el bien del mal.

El juez meditó los razonamientos de ambos juristas durante un par de segundos.

—Voy a permitir que acabe su argumentación, letrado. Pero espero que esto vaya a alguna parte.

El abogado defensor intercambió un ligero asentimiento con el hombre del banquillo, antes de proseguir:

—Mi cliente, un científico y hombre de negocios con una vida y trayectoria profesional intachables, se vio ante lo que creía un importante hallazgo arqueológico, del cual, a falta de fotografías, tenemos una reproducción realizada por él mismo. —Pasó a la siguiente diapositiva, que mostraba un dibujo del Ojo del Pecado a carboncillo, bastante fiel al original—. Sin embargo, lo que se encontró fue un artefacto de origen posiblemente extraterrestre y de funcionamiento desconocido, que al incrustarse en su organismo le dotó de esos poderes sobrehumanos; pero al mismo tiempo, le causó un trastorno esquizoide de carácter transitorio. Podríamos decir que nubló, o incluso que infectó su mente, hasta el punto de que su capacidad para distinguir el bien y el mal, referida antes por la Fiscalía, quedó gravemente mermada, si no del todo anulada. Por tanto, no sería descabellado afirmar que, durante el tiempo que ese objeto estuvo ejerciendo su influencia en mi cliente, este no fue responsable de sus actos.

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