37. Un paseo por las nubes

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-Belle-

Las clases del día habían finalizado y no quedaba demasiada gente en el Fawcett, solo los miembros de los distintos clubs de extraescolares (deportes, música o teatro), o los alumnos que utilizaban la biblioteca para estudiar o hacer tareas hasta la hora de cierre. Excepto Freddy, el resto de los hermanos de Billy se habían marchado con el señor Vázquez, y nosotros cuatro nos habíamos quedado en la escuela con la excusa de avanzar en el trabajo de Tecnología, aunque no era cierto para ninguno.

Freddy y Georgia tenían pendiente una detención por el follón del día anterior; y Billy y yo... teníamos nuestros propios planes.

No me gustaba la idea de mentir a alguien tan simpático como el señor Vázquez, pero era decisión de Billy. O más bien de Freddy, el cual podía meterse en líos con sus padres si se descubría que le habían vuelto a llamar al despacho de la directora. Por lo que me había contado Billy, no era la primera vez.

Dejamos a Freddy y a Georgia en el aula que funcionaba como sala de detención, al cuidado de uno de los profesores. Los dos entraron por separado, con expresión digna y cada uno fingiendo que no advertía la presencia del otro. Me ponía muy triste que volvieran a llevarse tan mal (cuando el día anterior parecían ser de lo más amigos, al menos, hasta que estalló la pelea), pero estaba empezando a cansarme de los líos de aquellos dos. Todo tiene un límite, y yo tenía cosas más importantes en las que pensar.

Más emocionantes.

Cuando la puerta del aula se cerró tras ellos, Billy y yo intercambiamos una mirada de complicidad, diciéndonos mil cosas sin necesidad de palabras. El tiempo había empezado a contar, teníamos una hora para cumplir nuestro propósito.

—¡Vamos, démonos prisa! —exclamó él, agarrándome de la mano y echando a correr.

Yo le seguí mientras trataba de mantener su ritmo. Me sentía muy emocionada, pero a la vez sorprendida por la actitud de Billy: parecía casi tan entusiasmado como yo. Quizás porque todo aquello le daba la oportunidad de ver de nuevo al Capitán Marvel, después de haberse perdido la mayor parte de su aparición el sábado en Roxborough por ir a buscar a la policía.

Tomados de la mano y cuidándonos de esquivar a los vigilantes de pasillo, como dos niños haciendo una travesura, atravesamos corriendo los pasillos ahora casi desiertos de la escuela. Nos dirigíamos al lugar donde estaba pactado que sería nuestro encuentro con el Capitán Marvel. Billy aún no me había dicho dónde sería, aunque yo sabía que probablemente tendría lugar dentro del recinto del colegio, porque si lo abandonábamos a esa hora, después no nos dejarían volver a entrar.

Al llegar a las escaleras que conducían a la planta superior del edificio, él comenzó a subirlas. Yo continué sin preguntarle nada, concentrada en mantener el aliento mientras subíamos los escalones a toda prisa; pero cuando siguió subiendo tras la última planta, mi entusiasmo se convirtió en un mal presentimiento.

—¿Adónde vamos? —pregunté entrecortadamente.

—A la azotea —contestó él, con la voz también agitada por la carrera. Yo me detuve al instante, soltando su mano:

—¿La... azotea? —repetí, sin poder disimular el temor en mi voz.

—Es el único sitio donde el Capitán Marvel puede aparecer sin llamar la atención de la gente que aún queda aquí —explicó, y a continuación frunció el ceño con expresión de sospecha—. O a lo mejor eso es lo que quieres. Quieres que aparezca en un sitio donde los demás puedan verle contigo, como quería Freddy.

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