9. Pactar con el diablo

211 20 26
                                    

Freddy no podía creerse que al final tuviera que acabar compartiendo grupo de trabajo con la arpía. Habría apostado su preciada bala de Superman (la cual, por suerte, había recuperado de la alcantarilla gracias a que Eugene le había improvisado un electroimán casero con sus poderes) a que ella se negaría.

Lamentablemente, ya no podía echarse atrás. ¡Los sacrificios que hay que hacer por ser un buen amigo! Y es que en un principio había accedido a formar el grupo, aparte de por las súplicas de Belle acompañadas de esos ojitos de gato de Shrek, sobre todo para que Billy pudiera estar más tiempo con la muchacha, a ver si eso le daba el empujón que le hacía falta. En serio, ver día tras día cómo su mejor amigo, que siempre había sido más o menos inteligente, se iba convirtiendo en un completo tonto por amor, empezaba a ser frustrante.

Desde aquel primer día, en que había sido testigo del flechazo de Billy hacia la linda rubia, Freddy había podido comprobar cómo la fascinación de su amigo por ella no hacía más que aumentar; y lo que era peor, sin que este hiciera absolutamente nada al respecto, más que admirarla embobado desde la distancia. Era increíble que alguien que había combatido con valentía a peligrosos criminales, demonios y todo tipo de supervillanos, se acobardase de esa forma ante la simple idea de pedir salir a una chica.

"Invítala a ir al cine. ¡Es todo lo que tienes que hacer!", le había dicho no menos de una docena de veces. Pero Billy no hacía caso. Al principio, incluso intentaba negar lo innegable: "Qué dices, ella no me gusta de esa forma. Solo es una amiga". Cuando quedó claro que Freddy no se tragaría una patraña tan obvia, pasó a "Es demasiado pronto, apenas nos conocemos. No quiero agobiarla". Y Freddy se desesperaba. Desde luego, él no pensaba complicarse tanto la vida cuando le tocase estar en el lugar de Billy y le gustase una chica.

Tampoco es que sintiera prisa porque eso ocurriera. Como cualquier chico de dieciséis años con las hormonas en plena revolución, sentía curiosidad por el sexo (le había llamado la atención desde los trece años), pero no asociaba dicho concepto necesariamente a la idea de enamorarse.

Estaba en un momento en que le gustaban todas y ninguna a la vez. Se fijaba en los bonitos ojos de una, le fascinaba la cinturita de otra, se le iban los ojos tras el trasero respingón de una tercera... Pero no sentía el impulso de ir más allá con ninguna de ellas, menos aún en lo romántico. Tenía todas las emociones que necesitaba, siendo un superhéroe con poderes mágicos y miembro secreto del equipo de superhéroes más cool del estado (y segundo del país, solo por detrás de la Liga de la Justicia).

Algún día las cosas cambiarían, lo sabía; y de forma inconsciente se preparaba para ello. Sus intentos de coqueteo con chicas eran aún torpes e inexpertos, pero nada que no solucionase un poco de práctica. Además, desde hacía algún tiempo sus facciones redondeadas de niño iban definiéndose poco a poco, para dar paso a unas más perfiladas y varoniles, de hombre; se iba haciendo más alto y su torso se iba ensanchando. Entre eso, su desparpajo y la confianza que le daban su familia y su mágico secreto, llegaría un día en que ni siquiera aquella estúpida muleta sería un obstáculo a la hora de conquistar mujeres. Y aunque no fuera así, esperaba que, en el futuro, encontraría alguna chica a la que no le importase su defecto.

Lo que sí tenía claro era que, pasara lo que pasara, jamás de los jamases se volvería tan chalado por una chica como lo estaba Billy por Belle Sinclair.

Pero más que elucubrar sobre el futuro, ahora debía pensar en resolver su presente. Y su presente estaba siendo amenazado por una arpía de lengua viperina y con mentalidad de supervillana. Tragaría con tenerla en el grupo por el bien de Billy, pero no estaba dispuesto a permitir que le amargase los próximos meses del curso.

De modo que, si tenía que seguir con aquello, antes pensaba dejarle un par de cosas muy claras a aquella niñata.

Belle había mencionado que estaría en la biblioteca. En realidad, cuando había llegado toda alborozada anunciando que su hermana también había aceptado lo del grupo, el primer pensamiento de Freddy había sido "mi gozo en un pozo"; aunque claro, no podía decirle eso a la bienintencionada muchacha. Pero a Georgia no tendría reparo en decirle cuatro cosas bien dichas.

Love and war (Shazam!)Where stories live. Discover now