Disposición de espíritu.

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Nalu terminó de tomar nota y alzó la cabeza bajando la pluma. Recogió tu taza y bebió.

—Creo que logramos conformar un buen grupo. Me atrevería a decir que tenemos cubiertos los aspectos principales si bien nadie tiene en claro a qué nos enfrentamos.

—Solamente bastaría que lo discuta con la madre.

—¿A quién le pedirás?

—No lo sé, espero escuchar sus recomendaciones.

—¿Tienes idea de cuando partiremos?

—Por lo pronto siquiera hay una fecha de salida. Su Majestad no tomará ninguna decisión hasta discutirlo con los demás reinos.

—Muy pronto comenzarán las lluvias, y en el norte, a nevar.

—Lo sé.

—¿Aún no se comunica con los centauros?

Negué con la cabeza.

—Tengo la impresión de que no quiere enviar a nadie por tierra.

—Eso no suena bien —Nalu se mordió el labio inferior sin perderme de vista—. Tú que lo conoces, ¿crees que sepa algo que nosotros no?

Me encogí de hombros.

Lo conocía sin embargo últimamente ninguno de los dos, era quien solía ser.

—A veces me pegunto si será que los dioses se olvidaron de nosotros.

Sus palabras no me agradaron.

—Es decir, muchas cosas han sucedido desde que nos bendijeron.

—La vida.

—¿Cuántas familias se han extinguido desde entonces?

Suspiré. No necesitaba más pensamientos ominosos de los que ya tenía, si sentir más angustia de la que me embargaba. Nalu no hablaba por hablar, en verdad la cuestión le preocupaba.

—A veces me da la sensación de que nos han dejado ir, que nos han soltado la mano.

—No deberías pensar así —la que contestó fue mi instrucción, no mi espíritu.

—Sí es un sacrilegio, lo sé.

—No es solamente eso, lo digo porque el rol de pesimista suele recaer sobre mis hombros no sobre los tuyos.

Nalu se sonrió.

—Además, tu familia...

—Sí —suspiró—. Sueno desagradecida. Agradezco todas las bendiciones que se me han brindado, es que no sé, no logro quitarme de encima esa sensación... Te enojarás pero desde que llegó... por los dioses que hasta su color de cabello es...

Tenía días prefiriendo no pensar en eso. Nalu me había comentado sobre el cabello rojo de Charlie y yo simplemente opté por no pensar en ello.

—Y apareció allí —continuó.

—Probablemente no sea más que una casualidad.

—Casualidad fue que no lo encontrarse a él allí al llegar. Es su lugar preferido.

Por supuesto que sabía que ese tramo del arroyo era el lugar preferido de Rygan cuando necesitaba escaparse.

—No la acuso de nada. No sé, tal vez solamente sea que estoy inquieta. Necesito entrar en acción.

—Bueno, es probable que eso suceda más pronto que tarde.

—Sí, lo sé. ¿Me permitirás retrasar el puesto de comando? No me agrada en lo absoluto tu idea de apostarte tan al frente.

El rey del dolor.Where stories live. Discover now