Noche libre.

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Rygan no estaba cenando, tampoco en su sala, ni en la sala del trono. No di con él en su habitación, y la biblioteca no me devolvió más que silencio cuando entré allí para buscarlo.

Nadie lo había visto y Tudwal había partido a su hogar incluso antes de que cayera el sol; por lo que me informaron, su secretario no acabó su día mucho más tarde por lo que no tenía a quién preguntarle sobre el paradero de Su Majestad.

Fui a preguntar a las cocinas y me informaron que Rygan avisó que no cenaría.

Salí del palacio y dos de mis hombres se me acercaron, ellos tampoco lo habían visto, venían de las caballerizas y no notaron que ninguno de sus caballos faltara.

Entonces recordé en qué día estábamos y mis tripas se enredaron en un complicado nudo que despacio trepó por mi garganta anticipando la angustia de verlo.

—Es noche libre, señor —me recodó uno de los soldados al instante.

Asentí con la cabeza.

—Tal vez lo encuentre allí.

Por supuesto que lo encontraría allí; no por nada dispensara a Tudwal temprano y diera aviso de que no cenaría. Lo único que no condecía en la normalidad de las noches libres era que Eris no estaba al tanto. Usualmente Rygan le pedía que se quedara a esperar que la noche terminara y él regresara.

Eris se despidió de mí cuando al partir del cuarto de Charlie, le dije que no se preocupara, que yo me ocuparía de hablar con Su Majestad para avisarle que ella estaba en condiciones de partir.

—Lo buscaré allí —les dije y apenas si escuché sus buenas noches.

Con un solo tranco bajé los escalones que faltaban y pisé el suelo que sonó a noche fría bajo mi bota.

Me crucé con más de mis hombres que recién acaban sus guardias y con otros que las comenzaban, al pasar por delante de las barracas, las nuevas barracas porque en el edificio de las vieja ahora se utilizaba como lugar de entrenamiento cuando el clima complicaba el entrenar fuera, y además de eso, una noche al mes era el espacio en el que se congregaban los soldados para tener una noche libre de reglas. Una noche para descomprimir tensión, para demostrar lo aprendido, aplacar la presión de la falta de actividad que los hacía soldados y por sobre todo, una noche para divertirse, para ser carne sin nombre, rango o condición social, una noche que nos igualaba a todos los que aceptásemos que podíamos acabar muy magullados y doloridos.

Yo tenía un tiempo de no participar porque no podía darme el lujo de perderlo de vista ya que él tenía un largo tiempo, décadas, de no perderse ni una sola noche libre.

La rutina de estas décadas de noches no había cambiado su patrón, únicamente por la ausencia de Eris a la espera de que muy tarde en la noche, Rygan lo llamase para que lo atendiese, sino que además... siempre asistíamos juntos y en esta ocasión él siquiera me hizo saber que participaría.

Apuré el paso rodeando el edificio a toda prisa al escuchar las voces.

Rugidos entusiastas apenas camuflados por las gruesas paredes llegaron a mis oídos, por lo que estimé que esta noche la concurrencia debía ser muy nutrida, de las mayores en este último tiempo.

Las puertas estaban abiertas de par en par y tres soldados que provenían desde la dirección opuesta a la mía, entraron en el edificio al cabo de saludar a aquel que custodiaba la entrada.

Escuché risas, músicas y pude oler la bebida.

A quienes se enfrentaban no se les permitía beber pero al resto, si no estaban de servicio... Sí, cierto que en ocasiones estas noches se descontrolaban un poco sin embargo para eso había soldados de guardia.

El rey del dolor.Where stories live. Discover now