La verdad.

44 8 0
                                    

El crujido del roce de metal contra metal lo delató.

Giré la cabeza hacia mi derecha y de inmediato, el guardia volvió el rostro hacia el frente.

La guardia cambiara antes de la hora del almuerzo y yo continuaba aquí esperando.

Tudwal había salido y entrado de la sala de Rygan al menos media docena de veces y en cada ocasión insistí sobre él al menos con una mirada. De nada sirvió porque sus asesores fueron y vinieron, incluso le trajeron de comer y él aún no me recibía.

Conocía de sobra a mí amigo para comprender que me evitaba, Rygan simplemente no quería discutir sobre ella; en condiciones normales, así sus compromisos fuesen urgentes, él siempre buscaba un instante para abrir sus puertas para mí.

En cualquier momento vendrían por mí otra vez porque este día estaba permitiéndome descuidar todas mis obligaciones como nunca antes.

La consciencia me pesaba pero más me pesaría el permitir que Rygan siguiese adelante con lo que planeaba. Suficientemente densa era la sombra que se arrastraba tras sus pies, no permitiría que la carga se tornara todavía más pesada y Charlie... no podía verlo todo; ella no era uno de los nuestros mas de cualquier modo... aquella criatura estaba tan perdida aquí como cualquiera de nosotros lo estaría en su mundo. No podía más que compadecerme de su situación. La ayudaría a regresar a casa y una vez que ella estuviese a resguardo... encontraríamos a Cynan; debía existir un modo en el que el espejo pudiese darnos al menos una pista de lo sucedido con él.

Me pareció escuchar algo y al instante, las puertas de la antesala se abrieron,

Cuatro de los consejeros de Rygan salieron conversando entre ellos y cuando se percataron de mi presencia, me saludaron sin demasiado entusiasmo para luego continuar con su camino sin más.

Mi atención se distrajo viéndolos alejarse.

—General, Su Majestad lo recibirá ahora.

Mi cuello dio un latigazo cuando volví la vista al frente para ver a Tudwal a pocos pasos de mí.

—Gracias, Tudwal.

—Adelante —me ofreció apartándose a un lado—. Su Majestad está solo, esperándolo.

—Gracias.

—Si me permite hacerle una sugerencia.

—¿Tudwal?

—Los ánimos están un tanto exaltados. Entiendo que usted está al tanto de los motivos, que fue usted quien la encontró.

Asentí con la cabeza.

Tudwal regresó a mí para que quedásemos a distancia de confidencia.

—Morgan, si está en ti, procura hacer que coma al menos un poco. No ha probado bocado en todo el día y por lo que entiendo, poco y nada descansó anoche. No tiene buen semblante—. Apartándose tocó mi hombro—. Encontraremos a Cynan. Tenemos el espejo, la tenemos a ella; solamente debe tener paciencia.

—Ella no... —Tudwal me detuvo apretando mi hombro.

—Los humanos son criaturas despreciables sin embargo nunca los creí capaz de nada semejante. El príncipe es un guerrero fiero.

—Pero ella no... Tudwal, ella...

—General, solamente recuerde que ella es uno de ellos, y que allí dentro —apuntó con la frente en dirección a las puertas abiertas de la antesala—, se encuentra no solamente su rey sino su hermano y amigo.

Incliné la cabeza para demostrarle mis respetos. Él soltó mi hombro y retrocedió.

Inspiré hondo, di la media vuelta y me eché a andar en dirección a la antesala. En cuanto atravesé el dintel de la puerta, los guardias que custodiaban el interior, cerraron las puertas y me mostraron sus respetos.

El rey del dolor.Where stories live. Discover now