Sobrevivir.

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Apretando los dientes tiré de la bota y empujé con la pierna.

Logré calzarme pero mi muslo quedó latiendo, ardiendo.

Antes de vestirme con las ropas muevas que las muchachas me trajeran junto con el desayuno y agua fresca para higienizarme, me había colocado una generosa capa del ungüento que Eris me dejara, para cubrir la herida con vendajes limpios. Cierto que la herida lucía mejor y que me daba la impresión de que curaba más rápido de lo que curaba en casa, y de cualquier modo yo no acabaría de sentirme en completo control de mi cuerpo por un tiempo más.

Mi inestabilidad no era por culpa del dolor sino por el miedo de que volviese a suceder, porque no tenía idea de cómo defenderme de Su Majestad.

Necesitaba regresar a casa. Mi mamá, mi abuela y mi hermano debían estar muertos de preocupación.

Bajé el piel al suelo y en cuanto alcé la cabeza, la puerta de mi habitación se abrió sin que tocaran antes.

Las muchachas llamaban antes de entrar y se habían mostrado lo suficientemente tímidas al no mirarme a los ojos, al apenas cruzar alguna que otra palabra conmigo para que fuesen ellas la que entraban sin pedir permiso.

En efecto no eran ellas.

La mujer que entró con una larguísima melena de cabello rubio pálido bamboleándose a su alrededor, siguiendo el ritmo de la espada que colgaba por su lado derecho no iba de simple vestido marrón y camisola blanca sino con uniforme, un uniforme similar al de Morgan, al que Lina me consiguiera.

—Buenos días. Que bueno que ya estás vestida. Espero te avisaran las muchachas que vendría a buscarte —soltó a toda prisa cerrando la puerta por detrás de sí.

Las muchachas me habían dicho que alguien vendría por mí y yo creí que ese alguien sería Morgan. No lo veía desde que me instalara aquí anoche y ya moría de ganas por hablar con él, que además el encierro no ayudaba sobre todo porque este llegara en un aviso de las muchachas que siquiera sabían si era una orden de Morgan o de Su Majestad.

—Buenos días —contesté todavía sin levantarme del borde de la cama.

La joven mujer elfa de ojos de un clarísimo celeste verdoso fue a recoger la chaqueta que aún no vestía, una de un marrón claro y sencilla tela que lucía mucho más resistente que la verde sedosa que visitera ayer.

Desenganchó la chaqueta del respaldo de la silla y vino en mi dirección.

—Póntela —me la tendió sin más.

—Soy Charlie —me presenté y esperé. No soné muy amable pero al menos tuve la decencia de presentarme.

Ella se quedó viéndome con la chaqueta en alto.

No la tomé.

Ella revoleó los ojos exasperada.

—Soy la capitana Brohlke. El General me envió para que te escolte hasta tu grupo.

—Hola, es un placer, eres Nalu, Morgan me habló de ti. ¿Puedo preguntarte dónde está él?, quisiera hablarle.

—El General está ocupado y agradecería que te refieras a mí como Capitana—. Movió la chaqueta por delante de mí—. Termina de vestirte, se te hace tarde.

—Capitana, necesitaría hablar con el General.

—El General está ocupado y tú no debieras llegar tarde a tu primer día—. Movió la chaqueta otra vez—. ¿Necesitas que te dé una orden directa?

No respondí.

—Esto no funcionará si no obedeces. Para poder largarte de aquí necesitas sobrevivir a este día y a este paso... —se quedó viéndome—. Tu instructor no será tan benévolo y yo no lo sería yo si no tuviese una relación personal con el General. Vístela y pongámonos en movimiento.

El rey del dolor.Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang