Apetito.

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El criado retiró el plato por mi lado derecho. Su brazo titubeó en la duda; yo apenas si tocara la comida que contenía.

—¿Su Majestad, necesita que le consiga un platillo en particular? —ofreció el jefe del servicio entre susurros, inclinándose sobre mí con el debido respeto.

—No, está bien.

Era el tercer plato que se llevaban del cual yo no pudiera pasar más de dos bocados.

El jefe del servicio se alejó para hacerle espacio al criado que llegaba con un nuevo platillo cuya simple visión me revolvió el estómago.

Mientras el criado bajaba el plato frente a mí, mi mirada se cruzó con la de Tudwal.

—¿Su Majestad?

—Todo está bien, Tudwal.

—Señor —entonó él inclinando la cabeza.

Me acomodé con la vista al frente otra vez, para ver la larga animada mesa en la que todos disfrutaban.

A mi derecha Cadell recibía de una de las muchachas que comenzara a trabajar en el servicio del salón apenas una semana atrás, su siguiente plato.

Lo vi no quitarle la vista de encima y sonreírle antes de que ella se apartara, gesto que la muchacha ignoró pero no por desdén, sino por miedo. Se le notaba en la cara que estaba aterrada, que temía hacer algo incorrecto.

Cadell giró sobre su silla para seguirla con la vista mientras se alejaba.

Suspiré agotado y mi mirada entonces dio con él.

Después de todo no era el único que no tenía apetito esta noche. El criado se llevó el plato de Morgan el cual estaba tal cual como lo sirvieran. Su mirada se encontró con la mía. Aún no habíamos tenido tiempo de discutirlo pero lo discutiríamos, él lo sabía y yo también.

—Su Majestad, qué noche más estupenda.

Ante la exclamación, Morgan y yo, cortamos el intercambio de miradas al mismo tiempo.

En verdad que no tenía ganas de escucharlo; no me quedaba más remedio.

—Está siendo una bienvenida estupenda. Así da gusto regresar a casa.

Vi que a Morgan le servían y que mientras tanto, él espiaba en dirección a Cadell vigilándolo. A Morgan no le agradaba a Cadell y eso no tenía tanto que ver con su personalidad sino porque jamás había confiado en él.

—Cadell —entoné su nombre alzando mi copa y de pronto las conversaciones se interrumpieron. Alcé la copa un poco más y todos me imitaron—. Por ti.

Cadell levantó su copa en mi dirección.

—Por nosotros, Su Majestad. Por Ghaudia.

—Por Ghaudia —repetí y todos me acompañaron.

Bebí sintiendo la mirada de Morgan sobre mí. Cadell bebió y luego con una sonrisa en los labios, le hizo un gesto a Tudwal, como si brindase con él también. Otro sorbo suyo más y movió su atención hacia el largo de la mesa, brindando con los demás.

Esta cena me sobraba, no era más que un estorbo en mis intenciones de sentarme con Cadell para que me diera su reporte de cómo fuera todo en su gira.

Cadell rió ante algo que alguien le dijo y yo no escuché. Hubo más risas. Miré en dirección a Morgan, él continuaba con la misma mueca seria que mantuviera en alto toda la noche.

El ruido de los tenedores contra los platos me hizo notar que todos volvían a sus cenas. Todos menos Morgan y yo; él que despacio alzó la servilleta que descansaba sobre su regazo para limpiar la comisura de sus labios.

El rey del dolor.Where stories live. Discover now