Capítulo 35 La muerte

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Otro barrote cayó al suelo, dejándo escuchar el sonido metálico opor toda la celda y los alrededores, con ello, ya eran dos, dos menos.

Por lo tanto, pronto entraría con la boca abierta de par en par.

Tus ojos...— gruñó por lo bajo, deteniéndose— Són preciosos.

¿Mis ojos?

No pude evitar sentirme avergonzada por aquel cumplido, el cual había oído salir de su boca al igual que mi padre y Ragnok.

Pero ahora no era el momento.

—Eres una aberración...— escupí aquellas palabras llena de ira— Un engendro... ¡un embustero!— agravé.

Seguí varios segundos con mis inútiles insultos, sin percatarme del hecho que aquello parecía divertirle mucho más, ¡lo entretenía!, no obstante, mi certeza de seguridad, terminó de un momento a otro, cuando él mismo pudo romper todos los barrotes restantes de un solo golpe.

Y con ello, su respiración agitada, se detuvo.

Estoy acabada— dije para mis adentros.

Inconscientemente mi cuerpo se acurrucó mucho más, mis piernas ya no daban más de sí contra mi pecho, y sabía que no era el momento de lamentarse.

Descubrí temblorosa parte de mi cabello que cubría mis ojos para ver su sorprendente figura acechando desde las sombras de la celda, lleno de superioridad, crueldad y sobretodo ferocidad.

—¿Qué clase de bruja se esconde de mí?— rió torciendo una mueca—Ibas a ser tú la que terminara conmigo.

Sus palabras eran evidentes, estaba siendo provocada para que devolviera todas aquellas amenazas y lo hiciera, sin embargo no lo hice.

—Si lo hago, será inútil— confirmé algo dolorida.

Mi estómago seguía dolorido, mi cabeza daba vueltas, mi cuerpo entero temblaba de lado a lado mientras yo misma entablava conversación con él.

No esperaba esto de tí— insinuó molesto, girando su cabeza con brusquedad a su derecha.

En cambio, cuando empezó a acercarse con alguna que otra gota de saliva cayendo por su mandíbula, me di por vencida. Que clase de escapatoria tenía si ni siquiera podía moverme.

Sentí un ligero roce en la mano con la que cubría el rostro que terminé extendiendo con cierta sorpresa hacia delante para protegerme.

Pero al abrir los ojos, mi corazón se detuvo.

Mi mano estaba dentro de su boca, siendo presionada por algunos dientes los cuales no llegaban a poder cortar mis dedos en pedacitos, aunque los sentía demasiado cerca.

Acabo de meter mi mano en el lugar equivocado—pensé ciñiendo mis labios a la vez.

Tan pronto como quité la mano, su mandíbula se cerro en seco, dejándome sin habla.

Rió varios segundos maliciosamente mientras intentaba escabullirme sin que se percatára de ello, hasta que mi corazón se aceleró al ver a Rose, justo detrás de los barrotes derribados con su bastón tan peculiar.

A nuestras espaldas, cuando alcancé a Rose, escuché un ligero y tendido suspiro, indicando que la hora del juego había terminado.

—¡Va a matarme!— grité inconscientemente por todo el pasillo mientras me puse a correr.

Rose esperaba a que pasara por la gran puerta de acero, la cual daba de nuevo al campo.

—Deja de gritar, vamos a salir de aquí.

Pacto hostil [ESCRIBIENDO]Where stories live. Discover now