Capítulo XXVIII

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Una semana después, todo parecían haber vuelto a la normalidad. El mestizo no se había dejado ver por los alrededores, y aquello, no hacía más que estremecer a Frelo entero. Estaba claro que ellos también planeaban algo, al fin y al cabo, son licántropos, también son inteligentes y astutos. Sin embargo, siento que cada día voy debilitando mucho más mis poderes por el exceso de energía.

Mi padre y yo, hemos vuelto a tener una relación bastante lejana. No muestra interés en mí,  mucho menos en lo que está por venir. Como si solo quisiera deshacerse de mí de una vez por todas. Por otra parte, mi padre es el polo opuesta, ella es la única en la que puedo confiar. Y Carter... sigue desaparecido, no lo he visto merodear por aquí de nuevo, pero temo que lo haga cuando el pueblo esté sumido en el caos.

He recibido más de una vez la visita de Margo, agradeciendo el hecho de vengarme dentro de poco de la bestia centenaria, preguntándome a la par, donde se encontraba mi vecino. No pude esconderle nada, tan solo le dije que residía cerca de Frelo, y parece ser, que le sirvió, ya que no preguntó más.

Ahora estoy en marcha para visitar el cementerio, donde se encuentra la lápida de mi abuela. Habían pasado un par de semanas, pero no podía aceptar el hecho que no estuviera entre nosotros. Por ello, me dirigía con un ramo de flores, completamente colorido, como las que le gustaban.

Al llegar, el lugar entero estaba rodeado de niebla, no podía ver mucho más lejos de un par de metros. Ya era de noche, algunas estrellas brillaban con más intensidad que otras, mientras que luma, parecía querer esconderse entre las nubes espesas. Volví a bajar la mirada y empecé a buscar la lápida, esquivando algún que otro agujero en la tierra, que parecía ser escarpado por algún animal pequeño.

Tomé aire, pudiendo sentir como algunas ráfagas chocaban contra mi rostro y otras contra mi pecho, aquello, me hacía sentir viva, y por otra, parecía destruirme. Me agazapé un poco para dejar el ramo sobre la tierra y la piedra de mármol, dejándo a vista las flores que terminaron inclinándose sobre la gélida losa.

—Te extraño abuela—musité por lo bajo.

Sabía que me tomarían por loca si tan solo vieran que estoy hablando con una lápida, pero no pude reprimirme.

—No puedo decidir la vida que quiero... me siento insegura, no soy feliz, presionada por el pueblo entero, y papá—

Mi garganta me impidió que siguiera, escocía como alma que lleva el diablo. No pude dejar pasar mi saliva, por lo que lidié con ello un pico más tarde, cuando dejé sentar mi trasero en la tierra húmeda.

Cerré los ojos y dejé que las brisas de aire volviera a azotar mi rostro delicadamente mientras ondeaban mi cabello azabache.

Mis puños parecían querer cerrarse a más no poder, hasta que terminé clavando mis uñas de gel en la palma de mi mano. No dolía, sin embargo, seguía llena de rabia, y no podía desprenderme de ella.

De nuevo, volví a sentir una ráfaga,  bastante más fuerte esta vez, y no pude comprimir el escalofrío que acababa de recorrer mi espina. Aquello no me gustaba nada, tenía un mal presentimiento.

Opté por abrir los ojos y visualizar el entero cementerio. Sin embargo,  parecía ser la única en el lugar. Aunque mi intención no era quedarme de brazos cruzados, así que decidí levantarme e investigar el lugar.

De nuevo, tuve que esquivar algunas lápidas, y algún que otro palo oscuro de algún árbol que había podido dejar caer.

A lo lejos, me percate de la silueta de un gato negro en una tumba desconocida, incitándome a acercarme mucho más. Al hacerlo, escuché un maullido bastante desgarrador. El gato negro, clavo sus grandes ojos amarillos sobre mí, creando algo de tensión en el ambiente, no lograba entender que clase de gato era, pero al bajar la mirada, encontré un par de insectos merodeando en un punto concreto.

Pacto hostil [ESCRIBIENDO]Where stories live. Discover now