CAPÍTULO 31: LOS SENTIMIENTOS DE HÉCTOR.

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Héctor se fue al despacho, junto con los padres de Kenia.

Cuando llegaron a dicho lugar, él entró pero se detuvo en la entrada para encender la luz, tocando el interruptor que estaba en la pared, iluminando así el despacho.

Después se sentó en su asiento de cuero negro.

—Tomen asiento por favor.

Señaló con su mano, para que los padres de Kenia se sentaran en los asientos que estaban en frente suyo.

En medio de todo estaba una enorme mesa.

—Gracias —dijeron los padres de Kenia, casi al mismo tiempo.

Cada uno de ellos tomó asiento, luego el despacho quedó en completo silencio.

Ninguno sabía por dónde empezar, o qué deberían decir de manera natural.

Los padres de Kenia se miraron entre sí, el padre movió su cabeza como si la dijera que hablara primero, y ella también movía su cabeza.

Ambos no sabían por dónde empezar, ya que no estaban seguros hasta qué punto Héctor sabía lo que ocurría.

—Mi nombre es Héctor, mucho gusto.

Él se presentó primero, para romper el hielo.

—El gusto es nuestro, me llamo Imani y él es mi esposo Naim.

Su esposo Naim asintió, presentándose.

—Y de qué querían hablar? —cuestionó Héctor.

Imani miró a su esposo, luego desvió sus ojos.

—Iré directo al grano...por su acento deduzco que no es de aquí...o me equivoco?

Héctor miraba a los padres de Kenia a los ojos, pero cuando ella le hizo tal pregunta, bajó su mirada.

Se quedó en silencio unos segundos, aguantando que los padres de Kenia le miraran de manera intensa.

Por unos instantes dudó de sus intenciones, no estaba seguro si ellos eran como esa gente que creía que Leo estaba maldito.

Y si ellos querían hacerle daño también?

No obstante, los recuerdos inundaron su mente.

Se acordó de lo que dijo kenia, que sus padres eran diferentes, que no trataban de esa manera a las personas albinas.

Y además si ellos fueran malas personas no habrían acudido a su ayuda, ni le habrían curado las heridas a Leo, verdad?

Tragó saliva, y esta vez decidió confiar en ellos.

Levantó su mirada, y dejó de dudar.

—No...no soy de aquí.

Imani bajó su mirada, y se quedó más sorprendida que antes.

Sentía que algo no la cuadraba.

—Ya veo...ya veo... —murmuraba para sí misma.

Agarró su camisa con fuerza apretándolo y se levantó de su asiento, no podía parar de pensar en las condiciones que estaba Leo.

Su esposo Naim la miró preocupado, y Héctor también la observó, estaba confundido.

Ella les dió la espalda.

—Disculpe mi atrevimiento pero...

Se giró mirando a los ojos a Héctor.

—Qué intenciones tiene con ese muchacho? Claramente se nota que no son familia... Entonces no entiendo qué intenciones podría tener usted con ese joven.

MALDITO.Where stories live. Discover now