CAPÍTULO 4: ALCANZADOS.

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Leo y su familia llevaban corriendo durante horas sin parar.

Su madre respiraba con dificultad por lo mucho que había corrido, la espalda y todo el cuerpo de Sara estaba empapada de sudor, sangre y el vómito de Leo.

Pese a que el olor era horrible, no era nada comparado con el hedor de la sangre fresca de varios cadáveres o de la carne recién cortada.

—Vamos a descansar aquí.

Sara notó el estado en el que se encontraba su madre por eso decidió tomar un descanso temporal.

Bajó a Leo de su espalda y le puso en el suelo para que estuviera en pie.

La cabeza de Leo estaba desorientado por todo lo que acababa de suceder, toda esta situación le afectaba psicológicamente.

Sara miró a su madre y a su hermanito, ambos estaban exhaustos y sucios.

—Leo dúchate y cámbiate de ropa

La orden de Sara no llegó a los oídos de Leo por el shock que sufrió.

Hace nada estaba jugando y bailando como si nada, y en poco tiempo lo perdió todo.

Su padre dió su vida por ellos, su amigo murió en sus propias narices, vió a niños muertos.

Todo esto era demasiado para él, no podía con tantas cosas en tan poco tiempo.

Como Leo seguía en silencio sin oír lo que le decían, alejado de la realidad Sara tuvo que gritarle.

—Leo.

Cuando el grito por fin alcanzó a Leo, miró a su hermana sin entender nada. Todavía no estaba del todo despierto, estaba desorientado.

—Que te des una ducha.

Leo siguió mirándola como si todavía no entendiera lo que estuviese diciendo, estuvo en silencio unos segundos, luego murmuró.

—...Está... bien...

La voz de Leo era ronca por lo mucho que había gritado, sus ojos lavanda estaban enrojecidos e hinchados, y estaban sombríos.

A Sara le preocupaba el estado de su hermanito, tan pequeño y ya tenía que pasar por momentos difíciles.

Ella dejó que Leo tuviera un poco de privacidad y fue a donde estaba su madre.

Leo se desnudó poco a poco ya que los temblores le seguían invadiendo.

Luego de quitarse todo se metió en el río que estaba en el bosque, aunque estaba oscuro se podía ver un poco gracias a la luz de la luna.

Al meterse en el agua sintió que se congelaba, el agua estaba helada pero él no podía quejarse.

Era muchísimo mejor sentir esta agua fría que el cuerpo caliente de Lucas, o del cuerpo frío de la abuela.

Sólo con recordarlo le daba náuseas y ganas de llorar otra vez.

Aguantó las ganas de llorar, no quería echar a perder todo el esfuerzo que hizo su papá en darles tiempo para escapar.

Más tarde salió del agua y se puso la ropa que traía en su mochila, por suerte el bosque estaba lleno de enormes árboles que hacía difícil que los cazadores les vieran.

Ahora Leo estaba limpio y fresco.

—Mamá te toca. —dijo Sara.

La madre también se dió una ducha, más tarde Sara hizo lo mismo hasta que todos estuvieron limpios.

Ellos necesitaban este baño no sólo para quitarse la sangre y el sudor, sino porque no tendrían otro momento como este para darse una ducha y sus cuerpos lo necesitaban.

MALDITO.Where stories live. Discover now