🌺Capítulo diecinueve🌺

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Llegamos al restaurante donde reservé para esta noche. El lugar tiene una pequeña torre, con una sola mesa y velas que alumbran cálidamente el lugar. Ella se queda asombrada, me mira y me dedica una tierna sonrisa.

—¿Nos sentamos? —cuestiono y afirma moviendo la cabeza. La ayudo, abriendo la silla para ella y toma su lugar. Yo hago lo mismo y frunzo el ceño—. ¿Dónde está Fer?

Evelyn sonríe y abre su bolso, de ahí poco a poco sale la pequeña bolita de pelos hasta quedar sentada sobre su servilleta. Créanme cuando les digo que esta pequeña es super inteligente.

—Esto es precioso, Esteban. Gracias. —me dice mientras sujeta mi mano.

—No es nada, es solo que… me gustaría hablar contigo—suelto un poco nervioso. Bueno, vale, bastante nervioso—. Quiero que esto salga bien, pero tengo miedo… es que…

—Nunca has tenido novia formal, porque eres como Cristian Grey que creen que la primera novia también debe ser la última. Pero tú estas mucho más bueno que él y no eres un controlador compulsivo, ni tienes un cuarto rojo. Aunque no estaría mal —ella se detiene al ver todo lo que segundos atrás ha dicho. Se muerde los labios de vergüenza y yo no se como mirarla. Y es que siendo tan tímida ¿Cómo puede hablar tanto?—. Me lo dijo Hanna.

—Eso supuse —me rio un poco. ¿Para qué les cuento sobre la cena? Todos saben que lo hacemos. Olviden esa parte y céntrese en lo que hablaremos que es lo que les importa—. ¿Sabes Eve? Hace un año y medio le dije a mi padre que ya era hora de buscar a la mujer ideal. Y es que ese concepto lo saqué de él. Papá luchó por mamá desde niños y la protegió de todos, sin ella siquiera saberlo. Al día siguiente, te vi por primera vez. No lo sabía, pero… — mis palabras se quiebran un poco, y trato de recuperar la firmeza de mi voz— ya había encontrado mi otra mitad. ¿Recuerdas lo que me dijiste la primera vez que hablamos?

Ella asiente y sonríe, seguro al recordarlo—. Dije que el ramo de flores costaba un anillo de compromiso —ella se sonroja y la vergüenza de apodera de sus mejillas.

—Así es —doy un sorbo de mi bebida—, y en realidad. Espero que si pueda darte uno —sus ojos se abren con sorpresa y entiendo la intensidad de mis palabras—. Mira, tengo una idea. Pasemos un año, un año para cada día decirnos algo curioso uno del otro. Pero para hacerlo divertido, el mensaje debe estar oculto.

—Me gusta —habla luego de pensárselo por unos segundos—, me gusta mucho la idea, en verdad. Bien, primera cosa sobre mi —ella se lo piensa y hace algunos gestos— odio la vainilla.

—¿De verdad? —mueve su cabeza afirmando y abro la boca— eso es interesante. Mi turno, amo ver películas de Barbie.

Evelyn me mira y al ver mi seriedad se carcajea, no me avergüenza de nada. Pero creo que veremos pelis de Barbie en un futuro.

Mi mirada se dirige a Fernando, quien disfruta gustosa de sus nueces y zanahorias. Está muy tierna la verdad y eso no lo puedo negar. ¿Lo peor del caso? Tiene un pequeño y muy hermoso vestidito de color verde pastel.

—Bueno, digamos que estaba aburrida y tenía un poco de esa tela. Así que en lugar de desperdiciarla, hice ese vestido.

—Pues le queda muy bien —le digo sincero— oye, ahora que termine la cena, quiero llevarte a un lugar —ella asiente y terminamos en silencio.

(***)

Se preguntan a donde la llevo ¿verdad? Bueno, es a un lugar muy especial para mí, y para mis padres. Es el lugar que más nos gustaba visitar cuando yo era niño. El acuario.

Subimos al auto junto a Fer, a quien ponemos cerca del cristal del parabrisas y disfruta cada segundo del viaje. Corre de una esquina a la otra y salta cuando pasamos por lugares muy iluminados. Ya les dije, pero se los repito. Es un animalito muy inteligente que sabe expresar muy bien sus emociones.

—¿El acuario? —cuestiona Eve al ver el gran nombre— pero ¿no está cerrado?

—Este no, este trabaja las 24 horas, justamente para cosas como estas. Pero no preguntes más, o me arruinas la sorpresa.

La veo sonreír y bajar del coche con su “hija” en una de sus manos y en la otra su bolso. Un pequeño escalofrió recorre mi columna cuando Evelyn me tiende la mano. Nervioso la tomo y entramos al lugar con las manos entrelazadas.

Siento mi corazón palpitar como cuando era un adolescente. Vamos como una pareja y la simple idea de eso, no me desagrada nada. Al contrario, me encanta. Quisiera incluso poder besarla, pero…

—Oye, deja de mirar mi trasero —me regaña. Subo la mirada rápidamente y es que no miraba eso, pero ahora que ella lo menciona, mis ojos se desvían un poco y, si. Buen trasero— ¡Esteban!

—Lo siento —subo la mirada nuevamente. Ella se carcajea y coloca a Fer sobre mi hombro—. Pero, no miraba eso, Eve enserio. Solo pensaba.

—Y ¿Qué pensabas entonces?

—En las ganas que tengo de besarte —ella se detiene y hace que yo lo haga también. Evelyn se gira lentamente y sus mejillas ya están rojas. Tan hermosa

—Yo… yo también quiero que me beses —susurra y mi boca se abre. OH Santa Madre ¿ella quiere que la bese? Si, eso dijo— pero no aquí, no ahora.

—¿Qué? —siento el balde de agua fría, muy fría recorrer mi espalda— pero tú, acabas de decir que…

—Lo se, sé lo que dije, pero no puedo besarte ahora. Un día, cuando era pequeña, mientras ayudaba a mi madrina con su jardín, ella me dijo que el primer beso era mágico y que en ese momento se sentían mariposas y se cumplen deseos. Yo, yo quiero que mi primer beso sea especial, Esteban —dice con la cabeza baja y sonrío con ternura.

—Eve, si tengo que bajar las estrellas para que me beses y tú lo sientas especial lo haré —llevo su mano a mis labios y la beso. Ella me abraza y sinceramente. Con esto me es más que suficiente.

—Oye ¿por qué este lugar te gusta tanto? —cuestiona cuando nos separamos y es mi turno de guiar el paseo.

—Tengo que llevarte al estanque de las tortugas. Allí te haré una historia.

La vendedora de flores (Resubiendo)Where stories live. Discover now