🌺Capítulo diecisiete 🌺

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Llegar a donde se encuentra la hermosa vendedora no es para nada complicado, y es que es la única casa con un jardín del tamaño de una ciudad y que la vivienda se encuentra en mal estado. No puedo creer que Evelyn se pasara tres días aquí y lo peor. ¿Si no hubiese venido a buscarla, ella seguiría aquí? la desesperación se apodera de mi y no puedo evitarlo.

—Esteban, debes estar tranquilo —me recomienda Andy, tocando mi hombro. Pero en realidad no puedo y ella parece notarlo, salimos del auto y antes de entrar en la casa ella me detiene de nuevo— ¿Sabes algo? Déjame entrar a mí.

—¿Estás segura? —me apresuro en preguntar.

—Por supuesto —asiento, no muy convencido la verdad, pero va tan segura que no puedo negarme, y la dejé entrar a ella sola. Vuelvo al coche y mi vista se desvía al gran jardín que rodea el lugar. Hay flores de todo tipo, y sin duda alguna es aroma es increíble. Pero si soy sincero. No me puedo centrar en eso. No tengo idea de lo que ocurre allá adentro, creo que se lo que sienten los hombres que se encuentran fuera de la sala de parto. Los minutos que pasan me parecen infinitos, y la espera me abruma. Solo veo la hora en que una de las dos, o ambas salgan por esa puerta. Miles de emociones y sensaciones me recorren el cuerpo, dándome pequeñas descargas de energía, haciendo que la ansiedad crezca.

Creo que estoy más desesperado que al no saber donde estaba. ¿Eso es normal? Al cabo de unos minutos de más, observo que Miranda sale de la pequeña casa, tiene una gran sonrisa, la veo asentir tranquila en mi dirección. Eso me devuelve el alma al cuerpo, me siento mucho más tranquilo. Eso significa que mi vendedora está bien, que no le ocurrió nada. La rubia hace una mueca y la veo correr a una esquina. Me salgo del carro rápidamente y al llegar a ella me la encuentro vomitando, sostengo su cabello y paso mi mano por su espalda, esperando a que se le pase. Hago muecas de asco, aunque no digo nada. No puedo decir nada. Solamente apoyarla.

—¿Te sientes mejor? —ella asiente y vuelvo a hablar— ¿Qué ocurrió?

—El aroma dulce de las flores me dio náuseas —algo típico en el embarazo, supongo— estoy bien, ve adentro. Evelyn te espera y yo loa esperaré a ambos en el auto.

Asiento y beso su frente antes de comenzar a caminar dentro de la casa. Mientras más avanzo, más veo el deterioro de la misma, y hace que los pelos se me pongan de punta. Es peligroso estar aquí.

—¿Evelyn? —la llamo.

—En la cocina — su voz su dulce voz hace que mi corazón lata desbocado. Al no saber dónde es, decido seguir su voz y llego al lugar. Bueno, esto mucho una cocina no es. Pero supongo que…

—No es la gran cosa. Pero es mía —se avergüenza. Sonrió de manera inconsciente y negando me acerco a ella, la abrazo por detrás, la siento tensarse, pero rápidamente se relaja. Su calor se mescla con el mío, su olor inunda mi nariz y la suavidad de su piel me hace no querer soltarla. Ella hace un fallido intento se soltarse, hasta que decide quedarse en mis brazos.

—No vuelvas a hacerme algo así —le ruego— me tenias preocupado, Eve. Pensé que te había ocurrido algo.

—Yo, lo siento. Es solo que… olvídalo.

—No, preciosa. Dime, sea lo que sea, quiero escucharte.

La bella pelinegra se muerde el labio y baja un poco la cabeza.

—Es solo que, cuando escuché por las noticas que serias padre… eso, creí que bueno, que tenías novia y que se casarían. Me gustas, Esteban. Me gustas mucho, desde la primera vez que nos vimos. Y en este mes y medio solamente me he dado cuenta de que tenía razón cuando decía que eres un hombre maravilloso. Pero no sería un obstáculo entre ella y tú.

Mi aliento se corta. ¿Cómo es posible que sus mejillas estén así de rojas? Parece que van a explotar, pero ¿Cómo es posible que ella tenga más coraje para decirme sus sentimientos?

Y es que... en realidad, yo… no estoy del todo seguro de lo que siento. Pero al mismo tiempo. Estoy seguro de que la quiero a ella. ¿Por qué es tan difícil?

—Evelyn yo…

—No digas nada. Tu mirada lo dice todo, pero ahora que Miranda me aclaró las cosas, se que puedo conquistarte —me mira coqueta y me hace reír. Su voz se me hace divertida y me contagia.

—Evelyn Quesada ¿me vas a conquistar?

—Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma —mueve las cejas de una manera que me hace reír y la abrazo nuevamente.

—Eres increíble. Pero, por favor, salgamos de aquí, la casa es inestable.

—Lo sé —suspira— quiero repararla, pero cuesta mucho dinero. Me encantaría vivir aquí. tengo muchos recuerdos aquí, ayudando a mi madrina con el jardín.

—Se lo que sientes. Mira, esta semana tengo mucho trabajo, pero para la próxima semana, podemos venir todos y te ayudamos con el jardín. Y te quiero pedir un favor.

—¿De qué se trata? —la curiosidad la invade y tomo sus manos.

—Vuelve a vender flores en el quiosco. Muchas personas te extrañan y tus flores ayudaban a más de una.

Sus ojos se iluminan y asiente feliz, creo que, sin duda, ella ama vender sus flores. En su canasta, con sus vestidos y prendas hechas por ella misma. Regalándole sonrisas a todos y dando lo mejor de ella. Ayudando a quien lo necesita y siendo la mejor versión de ella misma todos los días, sintiéndose bien con lo que hace. Disfrutando de la compañía de cada una de las personas que a diario van a comprar sus flores. Y eso es lo que la hace única y maravillosa.

—¿Estas bien? —su pregunta me saca de mis pensamientos y al mirarla asiento.

—Si es solo que. No pasarás mucho trabajo para conquistarme, Evelyn.

La vendedora de flores (Resubiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora