5. Las explosiones cerebrales no son guais, amigos

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—¡Polet, querida! ¿Cómo estás? ¿Cómo te va en tu primer día?

Es lo primero que me pregunta mi madre al contestar la videollamada que le había hecho.

Ahora me encontraba en la cafetería del internado en una de las últimas mesas. Era nueva, no conocía a nadie además de a Phoebe, Nyl y Percy, y ninguno de ellos andaban por ahí para hacerme compañía, dudaba también que el último quisiera hacerla.

Aprovechando el tiempo libre que tenía decidí que sería bueno llamar a mamá. Me sorprendió lo rápido que contestó la llamada, teniendo en cuenta que a veces debía de intentarlo hasta tres veces.

Por el puesto que tiene en su trabajo, ella no suele tener tiempos libres para pasarlos conmigo o... su familia en general, fue ese uno de los cuantos motivos por los cuales mis padres se separaron. No negaré que fue difícil, ver cómo las personas que viste por quince años amarse mucho se separan es... doloroso, pero papá ni yo podíamos estar con una madre ausente que se la pasaba más en una oficina centrada en papeles que en su propia casa con su familia.

La situación ahora no es mejor, vivir en dos casas distintas cada semana no es algo que llegué a imaginar que me pasaría, pero creo que... estaba bien.

—Hola, mamá. Estoy bien, ¿Tú qué tal?

—Muy bien, extrañándote mucho, mi niña —mamá hace un puchero que me hizo sonreír. Eso sí, mamá es una de esas madres bromistas que a tu grupo de amigos les cae mejor que tú—. ¿Cómo te va en tu primer día? ¿Ya has hecho amigos?

—Me va bien. Las clases son un poco más exigentes pero entretenidas, y con lo segundo... —rasco mi cabeza y hago una mueca arrugando la nariz—. Bueno, diría que estoy en eso.

—Oh, Polet, te aseguro que pronto harás muchos amigos. Eres muy sociable, idéntica a tu padre en eso —guiña un ojo—. Muy pronto todos en el internado serán amigos tuyos.

—Sí... claro, esperemos —contesto, empezando a juguetear con el colgante artesanal que me hizo mi abuelo, dudando mucho de eso.

Si bien podía ser bastante extrovertida y amigable como lo es papá, o eventualmente divertida como lo es mamá, también tenía una parte introvertida que salía a la luz cuando aún no me sentía cómoda. Y desde lo que me dijo Phoebe ayer sobre cómo es la gente de aquí, empecé a dudar de mi plan de intentar hacer nuevos amigos.

No quería repetir experiencia pasadas, sé lo que es ser invisible, sin embargo, ciertas cosas me estaban empezando a asustar.

—Oh, Polet, linda, ¿Aún tienes ese viejo collar de madera de cedro? —inquiere mamá— Creí que te habías deshecho de él.

Frunzo el entrecejo, contrariada de esa declaración.

—¿Deshacerme de él? ¿Cómo por qué haría eso?

—Creí que querrías un nuevo collar. ¿No viste el catálogo que te dejé con las opciones marcadas? Había uno muy lindo de plata con un dije de corazón.

Despido un suspiro por lo bajo. Mamá siempre hacía ese tipo de cosas, conseguirme ropa linda de marcas costosas, zapatos igual de caros, las mejores marcas de maquillaje, joyerías exageradas y los salones de belleza más ostentosos. Era la supervisora de todo un departamento en la misma empresa en la que trabaja papá, así que por eso ella ganaba un sueldo más numeroso que el de mi padre, lo cual le permitía darme y darse ciertos lujos.

Lujos los cuales yo no siempre quería o de verdad necesitaba.

Me conformaba con las cosas simples, mi ropa de siempre he incluso ropa de tiendas de segunda mano. No le veía el punto a gastar tanto dinero por ropa que terminará igual que la más barata. Me gustaban mis zapatos y le era fiel a mis tenis. Mi maquillaje de todo el tiempo y mis pulceras y collares hechos a mano o que me han regalado.

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