7. Conociendo a tres pelirrojos

62 9 7
                                    

Mi primer fin de semana desde que llegué al internado y estaba parada una vez más en la verja de entrada, con la diferencia de que esta vez tenía la compañía de Phoebe.

—¿Me veo bien? —me pregunta ella, pasando sus manos por la falda del vestido floreado para quitar inexistentes arrugas.

Alzo una ceja en su dirección, desde hace un buen de rato que está con la misma pregunta.

—Sí, te ves bien —respondo, confundida.

—Me vas a presentar a tu papá, ¿Verdad, Polet? —cuestiona, sacudiendo los hombros y haciendo un gesto pícaro.

Ah, claro que ese era el motivo de su insistente pregunta de si se veía bien, ¡Quería ligarse a mi papá!

—Phoebe, no, no vas hacer esto —le dije, poniendo mis manos sobre sus hombros para detener su meneo.

Ella se ríe echando la cabeza hacia atrás, parecía bastante divertida de la situación mientras yo me traumaba con la idea.

—¿Qué? ¿No quieres que sea tu madrastra, Polet? —hizo una extraña expresión: arrugar la nariz y la boca de forma divertida—. Prometo ser una buena madrastra, soy buena onda.

Mi mente no tardó ni un segundo en hacerse una imagen demasiado gráfica de eso. Vi a Phoebe del brazo de papá con un vestido de señora, los labios pintados de rojo en un marco familiar que por alguna razón estaría colgado encima de la chimenea, y ahí en medio de ellos estaba yo, con la peor cara de trauma que de seguro hice en la realidad porque mi amiga aumentó sus carcajadas.

Alejo mis manos de ella y finjo un espasmo.

—¡Basta, no digas esas cosas que me traumatizas!

La muy idiota se rió aún más fuerte, sus mejillas se volvieron rojas y se sostenía el estómago.

—Bueno, bueno, está bien —dijo, limpiandose las lágrimas que le había salido por su reciente sesión de carcajadas—. Mira, ahí viene un coche, de seguro es mi futuro Sugar Daddy.

Le propiné un golpe en el hombro antes de que el coche de papá se detuviera frente a nosotras. Phoebe aún riendo se sostuvo el área golpeada.

—No seas mala con tu futura madrastra, Polet —bromea en un murmuro.

Antes de que mi papá bajara de su auto, le di una mirada de ojos entrecerrados que le pedía que se comportara. Phoebe dijo sin emitir sonido «tranquila»

Ya no confiaba mucho en ella.

—¡Pau! —exclama mi papá, bajando del lado de conductor.

—¡Papá! —exclamo de vuelta, yendo a su encuentro para abrazarlo.

Apenas era media semana desde que había llegado al internado, media semana sin ver a mi papá, pero aún así, me alegraba bastante de verlo al fin. Él es como mi mejor amigo, no me pidan que no lo extrañen.

Papá me devolvió el abrazo y nos hizo dar vueltas sobre su eje, antes de detenerse, dejó un sonoro beso en la coronilla de mi cabeza, una muy vieja costumbre suya, lo hace desde que soy una bebé.

—Oh, te extrañé mucho, cielo —admite alejándose, acariciando mi mejilla con cariño—. Sigues igual de enana.

Le di un golpe en el pecho riendo. Si bien no era una persona muy bajita, sí me hacían falta unos cuantos centímetros para aparentar mi edad, y a papá le encantaba molestarme con eso.

—Y tú estás igual de feo cherokee.

Otra broma entre nosotros que seguro nadie entendería. Amaba la relación que tenía con mi papá, esperaba que eso no cambiara por las personas que conoceríamos esta noche.

A Través De Mis Ojos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora