13. Una historia cherokee

29 5 0
                                    

El día en que yo, Paulette Ocasta Seavey vuelva a subirme a una montaña rusa, será en el día del nunca jamás porque no planeo subirme a una de esas endemoniadas atracciones lo que me resta de vida.

Ya habían pasado al menos diez minutos de que bajamos de la vuelta que dimos en la montaña rusa, pero yo aún seguía temblando y abrazando a mi oso de peluche sentada en una banca, y eso no lo hacía precisamente por el frío. Percy, de pie frente a mí, solo me daba patético ánimos para que saliera de mi estado de susto.

—Vale, creo que te he aumentado el trauma.

Dejo de ver un punto fijo en el suelo para dedicarle una mala mirada.

—¿Lo crees? —pregunté con mi voz llena de sarcasmo.

Percy rueda los ojos, suspirando, se agacha hasta estar a mi altura y poner de forma bastante incómoda una mano en mi rodilla.

—Venga, mejor... caminemos un poco, te ayudará a relajarte más que estar sentada aquí como una niña perdida.

Antes de levantarse, da unas palmaditas a mi rodilla, aún con esa mueca de «odio tocar a la gente»

Me puse de pie seguido de él, meneando la cabeza, de verdad que es un asocial en todo su esplendor. Durante un rato solo caminamos en silencio sin rumbo fijo. Percy compró una bolsa de palomitas para él y un algodón de azúcar para mí, cosa que le agradecí sonriendo. Ya más calmada y comiendo un dulce, pude dejar pasar el miedo que el paseo de terror en la montaña rusa me había causado.

En serio, jamás en mi vida volveré a montarme en una cosa de esa, ni porque me paguen una cantidad absurda de dinero.

Cómo Percy prácticamente me estaba siguiendo, decidí guiarlo hasta la orilla del muelle, un lugar del parque que tenía una bonita vista a la playa. De camino hacia allá, fui sacándole algunos temas de conversación, charlas bastante vagas porque él se concentraba más en comer de sus palomitas, pero nada tan monosílabo como normalmente respondería.

Incluso conseguí que me comentara una pequeña anécdota, nada tan específico como lo que yo vengo parloteando desde hace un rato, no obstante, fue algo de lo que se atrevió a contarme, así que por muy corta que haya sido, no me quejaba.

Quizá nuestro trato es más de estar en desacuerdo que de acuerdo, pero después de hoy, podría ver a Percy como un... buen amigo, no al nivel de Phoebe, claro, pero sí alguien al que puedo soportar cierta cantidad de tiempo, solo espero que él tenga la misma percepción de mí.

Ya en la orilla del muelle, senté a mi peluche en el suelo, recostandolo de las barandillas de seguridad. Luego, subí mis pies a uno de los tubos de metal para así ganar un poco más de altura y no tener que ponerme de puntillas para ver mejor la vista. 

Observo el interminable océano azul escuchando las olas romper en los cimientos del muelle, la brisa ahora más fresca, el calor del sol y el aroma de sal me recordó a esa vieja historia cherokee que me contó mi abuelo cuando era niña.

—¿Sabías que antes solo era agua? —cuestiono, aún viendo la playa. Siento la mirada de Percy en mi perfil.

—¿En serio?

Asentí.

—Mi abuelo... él me contó una vez que los cherokee creían que antes el mundo estaba totalmente cubierto de agua —miro las olas más abajo—. Y que cuando la tierra surgió, la amarraron al cielo por cuatro hilos en los cuatro puntos cardinales —esta vez, veo al cielo, imaginando esos hilos con los que están atados la tierra—. Dicen que un día la tierra envejecerá y se desgastará, los hilos se romperán y todas las personas morirán cuando la tierra se hunda en el océano y todo volverá a ser agua de nuevo.

A Través De Mis Ojos حيث تعيش القصص. اكتشف الآن