26. Las probabilidades tenían que ser

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Ya con el ceño fruncido, me levanté de las escaleras y fui hacia la puerta. Percy de verdad estaba ahí, apretando los labios incómodo de seguro por todas las miradas que tenía encima.

—Hola —saluda, haciendo un rápido gesto con su mano.

—¿Qué... qué haces aquí? —balbuceo, contrariada.

De todas las personas que pudieran venir hoy a casa, él no es una que imaginaba. Tenía demasiadas preguntas qué hacerle, aunque también... era agradable verle después de los últimos días.

—Ehm, tú, ¿Puedes salir? —señala hacia el pasillo.

Asentí, dándole una rápida mirada a papá de «todo bien» que lo tranquilizó y lo hizo volver con Aldana. Antes de salir afuera, ví que Aidan y Sam tienen una ceja alzada cada uno, más que de confusión, era como sorpresa, el par de pelirrojos tenían escritos en la cara la misma pregunta «¿Y este chico qué o qué?»

Entrecierro los ojos hacia ellos, haciéndolos reír.

Cierro la puerta detrás de mí y observo al chico que tengo al frente. Percy iba con unos vaqueros viejos y sus tenis de siempre, una camiseta anaranjada que tiene el logo de un pegaso cabalgando y que pone en letras curvadas «Camp Half-Blood», la misma que usó aquel día que fuimos al mercadito, no debería sorprenderme que tenga esa camiseta, encima lleva una sobrecamisa azul que le queda un poco holgada y el pelo negro revuelto por la brisa.

—¿Qué haces aquí, Percy? ¿Y cómo es que estás aquí?

Se pasa una mano por las ondas azabache, acomodandolas.

—Yo... este, bueno... —arqueo una ceja por sus balbuceos. Era muy raro oírlo balbucear—, quería saber cómo estabas, ¿Okey? Desde ayer estuve pensando en qué hoy, bueno, era el funeral de tu madre y quise saber cómo te encontrabas.

Ladeo la cabeza junto a una sonrisa, mirándolo. Sus ojos, ahora de un color verde avellanado, estaban sobre sus zapatos y tiene los labios torcidos, estoy bastante segura de que se está arrepintiendo de todo lo que está haciendo ahora. Lo conozco bien.

—Gracias, Percy, eso es muy dulce de tu parte.

Medio encoge los hombros, aún con la mirada gacha.

—¿Y cómo sabes que aquí es donde vivo? No recuerdo habértelo dicho en alguna ocasión.

Mis palabras causaron lo impensable.

Fui testigo de cómo sus mejillas morenas adoptaron un ligero color rosa, un sonrojo. Percy Adams se había sonrojado. Fue cosa de unos pocos segundos pero digna de recordar toda la vida, era una imagen absolutamente tierna de él.

—Puede que quizá... tal vez, solo tal vez —se rasca la cabeza—, de manera improbable... le haya preguntado a Phoebe antes de que se fuera a Australia el lunes.

Volví a fruncir el entrecejo.

¿Cómo a dicho?

—¿Phoebe está en Australia?

Al fin alza la mirada, sus cejas negras tan fruncidas como las mías.

—¿Acaso no lo sabes? —meneo la cabeza—, Phoebe se fue de emergencia a Australia este lunes, su papá y hermana menor tuvieron un accidente de coche y su madre la necesitaba.

Esa información fue como un golpe inesperado en la cara. ¿Cómo es que ella se había ido el lunes a la otra punta del mundo y no me lo había dicho? Seguimos teniendo nuestras llamadas todas las noches y en ningún momento dijo que estaba fuera del país ni mucho menos que estaba teniendo una urgencia familiar.

A Través De Mis Ojos Where stories live. Discover now