23. La Educación Física es mi nueva materia más odiada

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—¡Pido piedad, por favor! —grita Nyl sin aire a la vez que intenta seguir corriendo.

—¡Sí, por favor! —grito también con el último aliento que me quedaba.

No pude seguir corriendo más, tuve que detenerme a mitad del extenso campo de fútbol con el rostro bañado en sudor, mechones de pelo pegándose a mi cara y con mis piernas pidiendo clemencia a todos los dioses que intento recordar.

—No puedo... —jadeo por lo bajo, apoyando mis manos de mis rodillas he intentando recobrar el aire.

—¡Vamos, vamos, no se detengan! —gritó el profesor de deportes, añadiendo aplausos no sé si para animarnos o apurarnos, seguramente la segunda opción era la respuesta.

—¡Mi pobre alma se está queriendo ir con mi bisabuela, señor! —refuta Nyl no más de un metro lejos de mí.

Ambos estábamos hechos del asco.

—Pues que vuelva, señor Kane, que aún faltan tres vueltas.

¡Nojoda! —exclama el castaño en lo que debía de ser una queja pero tenía una sonrisa tensa en los labios.

—¡Una vuelta más por el lenguaje, señor Kane!

—¿Desde cuándo acá entienden mi español? —se queja con un puchero—, odio mi vida.

—Siga odiandola mientras corre —responde el maestro de deportes, supervisando a nuestros demás compañeros que parecían no dar para más.

Nyl suspira profundamente, volviendo al trote y dejándome ahí, en medio del campo de fútbol con un horrible sol de las once de la mañana chorreando sudor.

Miro sobre mi hombro a los demás, intentando que mi pobre alma débil y vagabunda se digne a volver a mi cuerpo y no tome la voluntad propia de irse con Kalona. La mayoría de mi clase está como yo: agotados, sudorosos y casi muriéndose. Y otros que cumplen con la actividad como si esto solo fuera un paseo por la playa.

Los chicos del equipo de fútbol son esos «otros» y allí incluyo a Percy.

No es que no se viera cansado o no esté sudando, pero entre nos, yo tengo más pinta de estar muriéndome que él.

Apresuró el paso al verme aún recuperando aire a mitad del circuito, ahora más de cerca puedo notar que tiene las mejillas morenas enrojecidas y varias ondas pelinegras pegadas a la cara.

Percy parpadea, mirándome. Yo lo observo con los ojos medio cerrados porque el sol me molesta.

—Tienes sudor en... toda la cara.

Le sonrío de manera irónica.

—Oh, vaya, gracias, no lo había notado.

—Venga, tienes que seguir corriendo.

—No lo creo —vuelvo a erguirme, ni siquiera me había podido relajar, aún mis piernas pedían clemencia y mis corazón late mucho más rápido de lo normal—, si Kalona no vino por mí, mi alma por sí sola está de camino a la Tierra de los Fantasmas.

—¿Tierra de los Fantasmas? ¿Ka... qué cosa?

—Kalona, dios de la muerte cherokee —apoyé una mano de mi cintura—, infierno para los religiosos, Inframundo para los griegos, Tierra de los Fantasmas para los cherokee.

—Interesante —meneó la cabeza, concentrándoce—. Ese no es el caso, tienes que seguir. Venga, tus piernas de perro salchicha podrán, confío en ello.

Sería de mi agrado decir que sus palabras mágicamente infundieron una gran confianza en mí, que me dieron la suficiente fuerza como para poder seguir trotando el campo tres vueltas más para demostrarle que sí ponía en un buen lugar su buena fé.

A Través De Mis Ojos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora