-XVIII

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El cielo estaba envuelto en un color negro, el humo se esparcía cada vez más a medida que Nyx se acercaba a su destino, desde las alturas Blodreina observó navíos en llamas, cientos de cadáveres que se acumulaban en los diversos territorios de las islas. Laela se percató a la distancia de un diminuto cuerpo que caminaba entre la pila de soldados caídos, pudo diferenciar una bandera blanca que se alzaba a manos del guerrero, ¿quién en su sano juicio iría al territorio enemigo completamente solo, sin refuerzos? Daemon.
Claro que el orgullo de su tío no aceptaría la ayuda del Rey, los refuerzos de Viserys tardarían en llegar y claramente el ego del príncipe canalla había sido insultado, Laela más que nadie lo entendía, él necesitaba aquella victoria para si solo y su tío no caminaría a su muerte sin ningún plan, ella lo conocía, Daemon necesitaba presumir sus victorias, así que debía existir un plan, la guerrera decidió esperar y descifrar cual sería el siguiente movimiento.

Daemon ofreció su espada, en símbolo de rendición provocando que los soldados de Craghas Dahar abandonaran sus escondites y, en cuestión de segundos, el príncipe masacró a una enorme cantidad de guerreros que se encontraban en tierra. Flechas comenzaron a llover del cielo. La batalla ya había comenzado.

Laela observó como Leanor junto a Seasmoke incineraban a los arqueros del enemigo, su tío había sido herido con unas de las flechas lanzadas y numerosos soldados corrían a su encuentro, era tiempo de intervenir. Nyx apareció entre las nubes, saliendo de su escondite, incendiando todo a su paso, la dragón aterrizo al frente de donde se encontraba Daemon rodeado de hombres, provocando una mirada llena de horror en el enemigo, la presencia de la jinete se hizo notar; la Targaryen miró a su tío, quién estaba sorprendido pero aliviado de verla y dijo:
—Lamento haberme unido tarde a la fiesta.

Daemon solo asintió.

Dracarys.—Nyx consumió en llamas a todos los hombres que se encontraban en el campo. Mientras Seasmoke se ocupaba desde arriba, Nyx, Laela y el ejército Velaryon establecieron la batalla en tierra. Blodreina había regresado a su hábitat.

Laela envainó su espada y se adentró a la pelea. Tres oponentes se acercaron, el primero trató de proporcionarle un golpe en su estómago pero, su instinto fue más rápido y desviando el ataque en un giro, lo degolló. Los otros dos combatientes la atacaron a la vez, sus golpes eran agresivos pero lentos, en una maniobra, la platinada desarmó a uno de ellos y lo colocó como escudo provocando que el soldado enemigo clavara la espada en el pecho de su compañero. El hombre la miró furioso, pero antes de que pudiese emboscarla, Laela le mutiló la mano que sostenía el arma, un chorro abundante de sangre carmesí brotaba desde el lugar donde se suponía que debía nacer la muñeca del hombre, finalmente, los gritos del hombre desaparecieron cuando esta le cortó la cabeza. Daemon en cambio, estaba tratando de despejar su paso para ir en busca del Alimenta Cangrejos, Blodreina se acercó mientras detrás de ella, Nyx derrumbaba con su cola a todo aquel que se atravesara en su camino.

—Ve. Yo te cubro la espalda.—aseguró.

—¡Tú! ¡BLODREINA! ¡Te mataré bruja de fuego!.—gritó un soldado a lo lejos, entre la multitud. Después de la masacre de Laela a los soldados de Myr, en el límite de Pentos, no era un secreto que Blodreina era la enemiga número uno de los myrienses.

—¿Estás segura?.—preguntó Daemon.

—Torturar a un grupo de soldados es más divertido que torturar a un hombre de piel petrificada.—respondió Laela llena de arrogancia para luego volver a unirse a la lucha.

Daemon se dirigió hacia la cueva donde había entrado Craghas para darle fin finalmente a aquella guerra.

El hombre que había provocado a Blodreina, era robusto, bastante grande a comparación de la Targaryen. No debió subestimarlo, en un descuido, el Myriense le insertó un golpe en la cara, provocando que la Reina escupiese sangre, era mucho más fuerte que Laela, pero para vencerla se necesitaba mucho más que eso.—¿De verdad eres la conquistadora de la que todos hablan? Yo solo veo una ramera en busca de su propia muerte.—escupió el hombre lleno de veneno.

The one that prevails | Harwin StrongWhere stories live. Discover now