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Un golpe, pausa y luego dos golpes mas provenían de la puerta secreta que conectaba con la habitación de Laela. La princesa reconoció inmediatamente el mensaje en clave, sabiendo de quién se trataba, abrió sigilosamente el acceso.
Mientras la joven de cabellos blancos cerraba la entrada, sintió unos grandes brazos que envolvían su cintura, mientras un peso se asomaba sobre sus hombros y unos besos eran depositados sobre su cuello: —Admito que hoy ha sido un día oscuro sin tu presencia.—anunció la voz ronca. Laela sintió una carga de electricidad que la invadía ante la cercanía del cuerpo presente, se volteó finalmente encontrándose con esos hermosos ojos azules en los que podía perderse y no aburrirse nunca.
—A mi también me has hecho falta.—la princesa se acercó y susurrando sobre los labios del caballero dijo: —Pero ciertamente lo que más extrañe fue esto.—Laela se lanzó de golpe y unió sus labios con Harwin, fue un beso corto pero lleno de deseo, de esos besos que te dejan deseando más.
El Caballero Strong soltó una pequeña risa y apretó su cuerpo en contra del de la princesa, fortaleciendo su agarre y soltó un gruñido.—No puedes besarme así y luego esperar que me contenga.
Esto provocó una mueca graciosa por parte de la chica.
—Hay algo que debo decirte.—respondió Laela mientras tomaba su mano y lo invitaba a sentarse en un amplio sofá que se encontraba en la habitación.
—¿Acaso beso tan mal?—exclamó el hombre de cabello marrón en un tono jocoso, mientras mantenía su sonrisa pícara ganándose así un pellizco.
—He hablado con mi padre.
Harwin tomó una compostura serena pero en sus ojos reflejaban preocupación, tomando con delicadeza las manos de su amada en un tono inquieto preguntó:
—¿Está todo bien mi cielo?
Laela estaba feliz por como había resultado la conversación de su padre pero a la vez se encontraba nerviosa, ella podía sentir la lealtad y amor por parte de Harwin pero no estaba segura si él la veía en su futuro por lo que no quería sentir que lo estaba comprometiendo a algo. —El Rey me hizo una propuesta.
La princesa hizo una pausa corta y prosiguió a contarle:
—Tengo un año para encontrar a alguien que sea de mi agrado para que sea mi esposo. Mi padre ni el consejo intervendrán, ni me harán ver una lista pretendientes, él dijo que puedo buscarlo por mi propia cuenta. Si no llego a encontrar un esposo, tengo que casarme con quién la Corona crea conveniente.—cuando Laela terminó de hablar tenía la mirada desviada hacia el piso mientras hacía círculos imaginarios con sus dedos sobre la tela de su vestido.
