-VIII

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Laela's pov

Me fui despidiendo, con un beso en la frente del cuerpo inerte de mi madre, con un te quiero y una promesa.

Me fui despidiendo de su cama, de su rostro, de su olor.

—Adiós mamá, te amo, cuidaré bien de Rhaenyra y de mí.

Finalmente me marché del cuarto dónde habían asesinado a mi madre, por qué eso era lo que había sucedido aquél día en el palacio. Su padre asesinó a su madre.

De manera involuntaria sentí el movimientos de mis piernas y sin percatarme me encontraba recorriendo el pasillo, mi mente se encontraba en blanco, desorientada. Una imagen se acercaba con prisa y la misma se detuvo de pronto, era Rhaenyra. Pude observar el pánico en sus ojos, la vista de mi hermana recorrió todo mi cuerpo, siguiendo su mirada, observé mi vestido impregnado de manchas de sangre, mis manos igual de manchadas. Volví a establecer el contacto visual con Nyra y sentí el ardor líquido que invadían mis ojos de nuevo, Rhaenyra corrió a mi encuentro y me infundió en un abrazo que nos llevó a ambas sollozar una sobre la otra hasta tocar el suelo.

—No llegué a tiempo Nyra.—solté con un nudo en la garganta. Mi hermana pequeña escondió su rostro en mi cuerpo mientras soltaba un sollozo. Solo ambas podían entender el dolor de una y la otra.

Esa noche Rhaenyra hizo por mí lo que yo debí hacer por ella como su hermana mayor. Me llevó a mi habitación, preparó mi bañera, me bañó, limpió todo rastro de sangre que había en mí, me peinó y me ayudó a colocarme mi bata para dormir.


Aquella noche, ambas hermanas estando una para la otra, se acurrucaron hasta quedar finalmente dormidas.

El funeral de mi madre es un recuerdo casi borroso, mi cuerpo estaba presente pero mi cerebro estaba ausente, solo logré caer en cuenta cuando Tío Daemon nos dijo a Rhae y a mí que todos estaban esperando por nosotras, recuerdo solo haberle asentido a Nyx y escuchar como mi hermana dio la orden a Syrax de incendiar la pira de mi madre y mi hermano Baelon. El silencio se había convertido en mi escudo.

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Laela había perdido la cuenta de los días que habían pasado desde el funeral, no salía de la habitación, no comía, ya no lloraba solo se sentía vacía, algo hacía falta, algo no encajaba, su corazón se sentía abatido, solo, desolado. La princesa no permitía que nadie entrara, salvo a su hermana, su amigo Alec y Harwin. Este último pasaba todas las noches a su lado, Laela solo conseguía descansar de sus pensamientos cuando estaba entre los brazos de Harwin, las noches eran silenciosas, el duelo de la princesa había apagado todo en ella y después de varios intentos por hacerla sentir mejor, el caballero entendió que lo único que ella deseaba era qué el estuviera ahí.

Sin embargo, Harwin estaba muy preocupado por su amada, la joven había perdido peso, estaba demacrada y pálida, tener una semana sin comer y la depresión le estaban pasando factura, el hombre de rizos marrones temía que se enfermara. 

Ela, mi amor. Es tiempo que hablemos.

La joven de ojos lilas se encontraba sentada frente a una mesa que daba con una gran vista de una noche estrellada sobre Desembarco del Rey; visible desde el balcón, las palabras de Harwin provocaron un suspiro en la princesa. Ante esto, el caballero se acercó y se colocó de rodillas frente a la princesa, tomó sus manos mientras depositó delicados besos en sus nudillos.
—No puedes continuar así mi cielo.

Harwin ha sido tan paciente con ella, Laela no pudo evitar sentir que él se merecía estar con alguien que pudiera recuperarse más rápidamente. Se notaba que Harwin estaba esperando una respuesta. Aunque sus ojos estaban fijos en la ciudad, le ofreció un pequeño asentimiento a modo de compromiso.
—Lo sé.—respondió la princesa en voz baja.

The one that prevails | Harwin StrongWhere stories live. Discover now