52 | Why don't we just dance?

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52 | Why don't we just dance?

Lunes 7 de Agosto de 2023
Kearney, Nebraska, Estados Unidos

-Ten.- sonrió Max mientras le extendía el enorme algodón de azúcar rosado a la muchacha que parecía una niña pequeña siendo consentida, sin poder evitar reír muy enamorado al mismo tiempo que le pagaba al señor del puesto de dulces. -¿A dónde quieres ir primero?- preguntó en voz alta por el intenso bullicio de personas, juegos mecánicos y música que inundaban a la pintoresca feria del pueblo aquel atardecer caluroso de verano.

-Elige tú.- se encogió de hombros, comenzando a arrancar pequeños trozos con sus dedos mientras daban lentos pasos por los caminos de tierra del lugar, chocando con algunas personas pues estaba bastante lleno al ser plenas vacaciones.

-Pues... no lo sé...- rió indeciso, mirando hacia todos lados donde los juegos ya empezaban a encender sus miles de luces coloridas y algunas titilantes, algo que por alguna razón le hicieron sentirse muy entusiasmado; pues nunca había estado en un parque de diversiones antes y anhelaba poder jugar a todo como si volviera a ser un niño pequeño. -¿Qué te parece ir a los autos chocones?- preguntó luego de divisarlos a la lejanía, para enseguida dirigir su atención a la chica seguido de una sonrisa maliciosa.

-Uf, muero por verte allí.- rió impresionada y emocionada, para al instante quejarse en tontos sonidos vocales cuando el holandés le robó un manotazo de algodón y se lo llevó a la boca sin importarle que no le entrara, regalándose estúpidos empujones entre risas. Continuaron caminando hasta que llegaron a la extensa fila para poder subirse a los autitos, aprovechando el tiempo de espera para acabarse entre los dos el azúcar que tan delicioso estaba y que quizá rompía con su dieta, mientras observaban y comentaban graciosos los choques de los demás en el óvalo metalizado.

Luego de unos cortos minutos por fin había llegado su turno, donde se dividieron en distintos coches para luego clavarse sus mutuas miradas llenos de malicia y competitividad a la lejanía. Todos terminaron de enlistarse y la música comenzó a sonar, mezclándose con la propia que ya sonaba de la feria entre las demás risas del público. Ninguno podía dejar de sonreír mientras manejaban torpemente sus autitos de colores metalizados sujetos por una barra al techo, siendo chocados por otras personas que también se estaban divirtiendo junto con ellos.

-¡Bruaaum!- habló gracioso Max cuando pasó con su cochecito azul por al lado suyo al haber sido chocada y frenada, haciéndole reír tontamente para luego verle estampar de frente a alguien a unos pocos metros, siendo sacada de sus pensamientos cuando la empujaron de un costado entre más risas y comentarios. Le hacía muy feliz verle divertirse y jugar sin preocuparle que lo reconocieran, oyendo su carcajada rasposa y bastante sonora distinguirse entre el demás bullicio, algo que le hacía sonreír y pensar que era el sonido más bello del mundo.

POLAROID | Max VerstappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora