Capítulo 56

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Ji-min, envuelto en una sábana de la cabeza a los pies, bajó la tapa de la taza del váter y se sentó, con las piernas abrazadas contra el pecho, intentando acurrucarse en busca de algo de calor. Tiritaba levemente, pero ya no sabía si era por el frío, de puros nervios o del mismo enfado.

—¡Será estúpido! —dijo en alto, sin importarle que él pudiera escucharle.

Jung-kook se había tomado muchas molestias para llevarlo hasta allí con engaños. La única verdad que le había dicho fue al confesarle que acababa de secuestrarlo... ¡menuda cara más dura! Se había confabulado con nada menos que su madre para que pudieran pasar la noche juntos, perdidos en mitad del bosque. «¡Y seguro que no se arrepiente el muy..., es que es... es...!», pero, muy a su pesar, no se le ocurría nada malo. Solo le venían a la mente palabras como encantador y toda su larga lista de sinónimos.

—¡Es que me desquicia! —se quejó en alto, de nuevo—. Debería haberle golpeado con el atizador de la chimenea y dejarlo ahí hecho polvo. —Las lágrimas se agolparon tras sus ojos con el solo pensamiento, y aquello le hizo sentirse de lo más gilipollas. —¡Mierda, joder, tengo derecho a estar enfadado! —se dijo, ahora molesto consigo mismo por no conseguirlo. Vale, aceptaba que quizá, a priori, pudiera parecer un gesto romántico..., pero... bueno..., a ver...

—¡Ni se te ocurra sentirte halagado! —se prohibió de inmediato. Bufó varias veces seguidas y se desesperó. Aquella iba a ser una noche muy larga, y no estaba dispuesto a pasarla muerto de frío encerrado en el baño. Con decisión, se levantó y salió al salón, con la misma cara con la que asistiría a un tanatorio en el que no se llevara bien con nadie. Jung-kook estaba en mitad del salón, aún en calzoncillos, y posó sobre él una mirada tensa.

—No pienso pasar toda la noche encerrado en el baño —le dijo Ji-min de inmediato—, pero eso no significa que quiera hablar contigo o acercarme lo más mínimo. —«Aunque me estés poniendo cardiaco con esa pinta que...». —¡¿Puedes vestirte?! —dijo, irritado frente a sus propias reacciones.

—Mi ropa sigue mojada —fue todo lo que él dijo, caminando ahora hacia la cocina.

—¡Y la mía! —protestó Ji-min.

—Pues debes de estar incomodísimo. —Se encogió de hombros—. Tú sabrás.

Ji-min no pudo negarle aquella evidencia. Lo miró con un gesto molesto mientras parecía remover algo al fuego. Un segundo después, le llegó un olorcito estupendo que le hizo rugir las tripas. «¿Está cocinando?», se preguntó alucinado, pero no dio muestras de interés. Se acercó a la chimenea todo lo que pudo para lograr entrar en calor cuanto antes, pero por el rabillo del ojo era incapaz de dejar de mirarlo. Lo vio ahora sacar unos platos de uno de los muebles y caminar en su dirección.

—¿Tu política de no hablar y no acercarte incluye no cenar? —lo escuchó preguntar, soltando los platos sobre la mesita de café, como si le importaran un comino cualquiera de las tres cosas.

Ji-min estuvo a punto de mandarlo al garete, pero sus tripas rugieron de nuevo, recordándole que no comía nada desde hacía varias horas. Se moría de hambre, y el orgullo no alimentaba demasiado. Aunque prefirió no contestar. Él mismo pasó ante él y caminó hasta la cocina para ver qué olía tan bien. Una especie de carne con guisantes y pequeñas zanahorias era la responsable del estupendo aroma. Ji-min se asomó al cazo y aspiró con fuerza, soltando un pequeño sonido de satisfacción.

—¿Eso significa que voy a tener que compartir contigo esa delicia? — le preguntó Jung-kook, merodeando a su alrededor, consiguiendo que la cocina pareciera menguar varios metros.

—Pues sí. —Lo miró con altivez—. Lo siento por ti, pero tengo hambre.

—Entonces colabora y busca los cubiertos —le dijo. Ji-min lo mató con la mirada y comenzó a rebuscar por la pequeña cocina. De vez en cuando se topaba de frente con él y tenía que apretar los puños, porque las manos se le iban solas hacia su torso desnudo.

Luchando por tu amorWhere stories live. Discover now