Capítulo 55

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Ji-min, sentado sobre un saliente de la ventana, miraba a Jung-kook mientras el chico paseaba de un lado a otro del porche.

—¿Puedes dejar de matarme con la mirada y ayudarme a buscar la forma de entrar en la casa?

—Estoy muy ocupado tiritando —dijo, malhumorado.

—Al menos estamos a cubierto —le recordó Jung-kook. En aquel momento llovía a cántaros, y de no ser por el tejadillo del porche estarían calados hasta los huesos.

—Si esperas que te de las gracias, vete sentando.

—Con que me ayudes a buscar la llave, me conformaría.

—¿Por qué presupones que hay una llave en alguna parte, a ver? —se quejó ahora, mirando a su alrededor—. ¡Sería del género tonto dejar una llave para que cualquiera se colara en la casa! —Jung-kook levantó ahora una piedra que había junto a la escalera y sonrió.

—Entonces debe de haber mucho tonto por el mundo —le dijo, mostrándole la llave.

—¡No puede ser! —Ji-min estaba perplejo mientras Jung-kook la metía en la cerradura—. Seguro que es de algún otro candado que... —La puerta se abrió frente a sus ojos—. ¡No me jodas!

El chico empujó la puerta y, con una sonrisa apenas disimulada, le hizo un gesto con la mano para que pasara primero. Sin dudarlo, Ji-min se coló en la casa y miró a su alrededor con curiosidad.

Alguien vivía allí de continuo, aquello no era ni mucho menos una cabaña abandonada. Estaba todo limpio y bien ordenado. El salón era pequeño, pero muy acogedor, y había una minúscula cocina en uno de los laterales. Ji-min vio a Jung-kook caminar hacia la única puerta que se veía y abrirla para investigar qué había.

—Esto es un baño —le dijo sin que él tuviera que preguntar. Después lo escuchó gritar desde dentro—. Y hay agua caliente, quién iba a decirlo.

Ji-min se acercó al sofá y miró con curiosidad la bonita chimenea de piedra. Junto a la pared había apilados varios troncos de forma ordenada, y se deleitó con la imagen del fuego iluminando la habitación con su idílico crepitar mientras su cuerpo se caldeaba con el simple pensamiento.

Había pocas cosas más románticas que una chimenea encendida en pleno invierno... Y en aquel preciso instante, fue plenamente consciente de que estaba perdido en mitad de bosque, en una cabaña de ensueño, junto al único hombre con el que quería soñar toda la vida.

—¡Oh, por Dios! —murmuró entre dientes, sintiendo como un repentino calor emanaba de cada parte de su cuerpo.

—¿Qué te pasa?

Se giró a mirarlo casi sobresaltado, temeroso de que pudiera haber leído sus pensamientos. Intentando reponerse, carraspeó y pasó ante él sintiendo aquella cabaña repentinamente más pequeña ante su presencia.

Jung-kook se había quitado la cazadora de cuero, y la camiseta húmeda se le pegaba al torso más que de costumbre. Además, tenía el pelo medio mojado por la lluvia... y de repente sus ojos se le antojaban especialmente más oscuros... «Guapo a rabiar», dijo para sí, consciente de que sería casi un milagro no haberse ruborizado.

Caminó alrededor del sofá intentando alejarse un poco para recuperar la compostura, y, a ser posible, su irritación. Cualquier cosa que la ayudara a no saltar sobre él como un desesperado, serviría.

—Voy a encender la chimenea —dijo Jung-kook—. Así podremos quitarnos la ropa y...

—¡Eh, quieto ahí! —interrumpió—. ¿No vas un poco deprisa?

Luchando por tu amorWhere stories live. Discover now