Capítulo 11. Odisea.

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Sus ojos eran grises claros como los de su hermano, pero en ese momento lucían oscuros, opacos. La piel de su rostro, tostada por el sol de los entrenamientos, se veía muy pálida y adornada con sombras oscuras debajo de los ojos. Su cabello azabache, liberado de su prisión de Lycra, ondeaba de un lado a otro cuál bandera pirata movida por el viento marino. Con medio cuerpo fuera de la baranda, agotado por las constantes arcadas, presentaba el aspecto de un moribundo.

—¡Mira cómo está tu hermano! Con tantos vuelos que salen a diario a tierra firme ¿por qué tenías que escoger este estúpido barco? —le reclamó Hye Sung.

Eric mantenía una sonrisa burlona  ante el grotesco aspecto de su hermano. Le parecía gracioso que un chico que lo enfrentaba a él sin temor en el campo de entrenamientos, estuviera tan desecho de nervios por su primera salida de la ciudad. Y el movimiento del barco no le había sentado nada bien.

—Deja el escándalo. No se va a morir por un mareo; ya se acostumbrará al movimiento —respondió y agregó—. Todas las excursiones de aficionados salen en barco, y se supone que eso somos. ¿O es que temes mezclarte un poco con los humanos que hay aquí? —Sus ojos, ladinos y burlones, buscaron los de Hye.

—¿Están seguros que no se murió ya? —preguntó Dongwan mientras señalaba el cuerpo del chico que resbalaba de la baranda para quedar, cuan largo era, sobre la cubierta.

Andy se levantó de la silla en la que había permanecido desde que subieron al barco, unas dos horas antes. Tampoco para él era agradable aquel movimiento ondeante. Ya lo había sentido cuando viajó a la capital por primera vez. Por fortuna su padre le había dado unas semillas que le ayudaron a sobrellevar bien los mareos y el malestar.

Se acercó a Jinnie y le levantó un poco el torso para ayudarlo a incorporarse.

—-Lobo tonto. Te dije que no anduvieras de aquí para allá, saltando, como si fuera la primera vez en tu vida que ves un barco —le reprendió. Sacó una de las semillas de su bolsillo y se la colocó en la boca—. Trágate esto, te mejorará —le dijo. Pasó el brazo del lobito por sus hombros para levantarlo y llevarlo hacia el área de descanso.

Minwoo se acercó a los herederos que observaban la escena con algo de sorpresa. Se colocó en medio y puso sus brazos en los hombros de los otros dos.

—¿Quién va a cuidar de quién? —preguntó esbozando una sonrisa de satisfacción.

Eric aprovechó que estaban los tres reunidos para dar algunas indicaciones. Era aquella una buena oportunidad para mezclarse con los pasajeros y averiguar qué sabía o qué pensaban de lo que estaba sucediendo en la ciudad capital. 

Se separaron y cada uno tomó un área del barco para la investigación. Dongwan decidió quedarse a vigilar que los cervillos adolescentes se portaran bien. No tenía ni el mínimo interés de mezclarse con razas de bajos recursos y escasos modales.

Todavía estarían unas cuantas horas más navegando sobre las heladas aguas del mar Tinnio. Viajar en barco no era la forma más rápida del mundo, pero sí muy económica. Era el transporte que usaban los no tenían recursos para un boleto de avión. Los usuarios más asiduos de este medio eran los vitales porque la travesía no era nada agradable para los inmortales: su sensible olfato quedaba anulado y solo sal podían percibir; claro que era cosa una horas, al llegar a tierra firme ya estarían normal. También frecuentaban estos viajes los románticos enamorados, que se acurrucaban sobre la cubierta para disfrutar del paisaje que se mostraba, una vez alejados de la densa bruma de la capital.

Partieron en el "Odisea", desde el puerto de Kurose, con el ocaso. Cuando el naranja manchaba el cielo con intensidad y la brisa helada golpeaba la cara con su sabor a mar. La proa marcaba la ruta y la quilla iba lentamente cortando el agua, oscura y profunda, rompiendo la escarcha que a esas horas se forma sobre la superficie salada.

El Hijo Oscuridad y el Hijo LunaWhere stories live. Discover now