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Advertencia de contenido sensible. Mención de abuso sexual.

Paso otro día más en el hospital. Sigo sin recordar nada desde agosto, pero el psicólogo dice que forzarme a recordar podría ser peor, así que debo dejar que las cosas fluyan, aunque me cuesta hacerlo, porque quiero recuperarme.

Siguen manteniéndome bastante ajena a lo que pasó y solo he podido hablar con Katia con el psicólogo cerca y me frustra muchísimo, porque sé que temen que ella me diga algo, porque estuvo ahí.

De todos modos, creo que está mejor con Mat. Apenas van a darme el alta y estoy demasiado herida como para cuidarla.

Estoy un poco cansada por la cantidad de cosas que están pasando y por la cantidad de personas que he visto. Entre los padres de Mat, Mat, Pam, algunas personas de Seks, Zaira... y Bruno.

Bruno.

Pensar en él me da dolor de cabeza, pero tampoco tengo mucho tiempo para mantenerlo lejos de mi mente porque cuando creo que se ha ido, se para en la puerta de mi habitación, como ahora.

—Te traje algunas cosas de tu casa —me dice, entrando a la habitación con un oso de felpa de tamaño mediano en la mano. También tiene un bolso, que deja en el pequeño sofá de la esquina.

—¿Sabes en dónde vivo? —frunzo el ceño.

—Sí, solíamos pasar mucho tiempo en tu casa —deja el oso de peluche sobre mi cama y carraspea.

—¿También dejé que conocieras a mi hija?

Asiente levemente.

—No al principio. Siempre fuiste muy protectora con ella —parece estremecerse —, pero cuando decidiste que yo no era peligroso para ella, dejaste que la conociera —murmura —, incluso estuve en su cumpleaños —asegura.

No le creo. Eso no suena en absoluto como yo.

—¿También vas a decirme que me hice un tatuaje? ¿Alguna otra locura?

—Adoptaste una perra —dice con lentitud.

—¿Qué?

—Se llama Kaile, ella... era del cuartel en el que yo trabajo y la adoptaste para Katia —toma su teléfono y busca algo. Se acerca a la cama y un jadeo se escapa de mi boca cuando veo una foto que ciertamente no reconozco. Estoy sonriendo, feliz, Katia está a mi lado y hay una perra dálmata con la lengua afuera. También parece que sonríe —. La tomaste el día que la adoptaron.

—¿Tengo un perro?

Sonríe levemente. Se sienta en el borde de la cama, lo que me sorprende bastante, pero no lo digo y él tampoco se quita.

—Si y ella te quiere mucho. Incluso la dejas dormir en la cama, aunque yo odio eso —carraspea.

—¿Dejé que durmieras en mi casa?

Oh, Dios. ¿De quién demonios habla?

—A veces. También duermes en mi casa, de vez en cuando —aprieto los labios, todavía dudando de sus palabras —. Eso te sorprende, ¿por qué?

Ladea ligeramente la cabeza y me observa.

—Seguramente ya sabes la respuesta —suspiro.

—Me gustaría saber qué piensas ahora —dice con voz suave.

—Yo no hago esas cosas —le explico —. ¿Llevar a un hombre a mi casa, dejar que conozca a mi hija... adoptar a un perro? Nada de eso suena como yo.

—Pero lo hiciste.

Suspiro.

—¿Puedes...? —carraspeo, tratando de aclarar mi voz —. ¿Puedes contarme cómo nos...? ¿Cómo es que...? —Demonios, Alexis —. Yo te evitaba, eso es algo que recuerdo.

Fuego | SEKS #5Where stories live. Discover now