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El perfume de Bruno me calma un poco. No mucho, pero es algo. El aroma familiar sirve para desacelerar algo del desenfreno que tiene mi corazón, pero no apacigua la sensación de asco, ni el hormigueo donde el monstruo me tocó.

Quiero arrancarme la piel, cortar mi brazo, deshacerme de mi cuerpo y reducirlo a cenizas. Lo había logrado. Había logrado que la mención de Bruno sobre los siete años que se necesitaban para ser libre de su tacto me convencieron de estar bien y ahora todo está echado por la borda.

Otra ola de llanto me invade y sus brazos nunca dejan de rodearme. Murmura cosas que no entiendo, pero escucho el sonido de su voz. Su boca pegada a mi sien se mueve mientras habla y sus dedos se deslizan donde el monstruo puso su mano, como si quisiera borrar el tacto, como si fuera posible hacerlo.

Hay personas a nuestro alrededor y uso eso como incentivo para controlarme, pero es difícil. Alguien se mueve. Es Lena, reconozco sus pasos. Tiene un vaso con agua que deja frente a mí e intento tomarlo, pero me tiemblan demasiado las manos, así que Bruno lo hace.

—Está bien, cielo, está bien. Él se fue —murmura, mientras acerca el agua a mi boca, dándome sorbos pequeños. Me atraganto. El nudo de angustia en mi garganta impide que el liquido pase bien y toso, incorporándome de golpe para no ahogarme.

—Tienes que denunciarlo —dice Lena.

Como si fuera tan sencillo, como si la justicia me creyera.

Intentar denunciarlo casi hace que acabe muerta asi que no, no es una opción y no es algo por lo que esté dispuesta a pasar, mucho menos teniendo a Katia. Un escalofrío me recorre y, con desesperación, busco mi teléfono, tratando de llamar a su escuela. ¿Y si él lo sabe? ¿Si descubrió su existencia e intenta hacerle daño?

No, no, no. Katia es inocente, Katia no tiene que ser una continuidad de mi pasado.

—Alexis —Bruno toma mis manos y me detiene —. ¿Qué quieres hacer?

—Katia —murmuro, entre hipidos —. Él no puede llegar a Katia.

Su expresión se ensombrece y asiente. Suelta un suspiro mientras yo todavía estoy tratando de encontrar el contacto de su escuela. Bruno también está al teléfono, hablando con alguien, pero no le presto atención hasta que maldice.

—Es una emergencia —lo escucho decir y luego, otra ola de maldiciones mientras yo sigo buscando el maldito contacto —. Jefe...

Una voz autoritaria responde al otro lado, negando.

—Dile que iré yo —habla Lena.

Bruno niega.

—No podemos irnos —masculla —. Hoy es un día...

—Yo iré —la voz de Owen me hace mirarlo brevemente, todavía con el teléfono en mi mano —. Puedo llevarte a la escuela de tu hija si quieres verla y luego te llevaré a tu casa —asegura.

Bruno lo mira, luego a mí y de regreso a Owen.

—¿Qué pasa con Zaira? .lo escucho decir.

Otra ola de pánico me invade.

—No, no... ¿Se lo dijiste? —niega, pero apenas lo proceso —. ¡No puede saberlo! Ella no... Zai no...

—No le hemos dicho nada —me asegura Lena.

—No le digan nada —suplico, tratando de contener otra ola de llanto mientras intento ponerme de pie —. No lo puede saber.

Bruno me mira, impasible.

—¿Qué estás tratando de hacer? —cuestiona, mientras rodea mi muñeca con su mano, ayudándome.

Me paso las manos por las mejillas. Pensar en Katia me altera y me calma. Es extraño de explicar, porque sé lo que representa el monstruo para mí, el daño que puede hacerme y lo dañada que me dejó, pero cuando pienso en él acercándose a Katia, me creo capaz de matarlo usando solo mis manos, destrozándolo solo por pensar en estar cerca de mi hija, aunque no estoy segura de que sepa sobre ella.

Fuego | SEKS #5Where stories live. Discover now