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Amando el progreso de Alexis parte 1.000.000.000

Alexis

No es pánico lo que siento. Lo sé. Conozco cómo se siente el pánico y lo que me recorre mientras subo las escaleras hacia la habitación de Bruno no es eso, pero de todos modos, me inquieta. Se forma en el centro de mi abdomen y se asienta allí hasta que estoy en el piso superior, ocupado por toda la habitación.

Sé que no es miedo, pero igualmente me altera un poco la forma en la que me siento.

Tomo una respiración profunda y miro alrededor, como si reconocer el lugar me ayudara en algo. Ni siquiera sé cuánto tiempo tengo para acatar la orden que me dio, sin embargo, me tomo un par de minutos para ver.

La cama está en el centro, escoltada por dos mesas de noche de madera y las paredes de ladrillo con terminaciones prolijas me parecen cálidas. El techo también es de madera, siguiendo la estructura externa de la casa y uniéndose en el centro, con líneas oblicuas.

Nada que parezca sacado del horror. Nada tenebroso.

Me tranquilizo, solo un poco.

Comienzo a quitarme la camisa que me puse y ni siquiera sé dónde se supone que deje mi ropa. Solo me dio dos órdenes, pero lo demás debo interpretarlo y creo que hubiera preferido que fuera completamente específico. Quitarme la ropa y esperarlo de rodillas. ¿Qué más?

Me desnudo, tratando de no pensar en nada más y doblo mi ropa, dejándola sobre una silla que está cerca del vestidor. No sé porqué creo que el pequeño sofá cerca de la ventana no es acorde.

Estoy haciendo tiempo, lo sé. Estoy tratando de distraerme con algo y por eso doblo tres veces mi camisa. No es porque esté nerviosa, no. Bruno no me pone nerviosa.

No te mientas, Alexis.

Al menos ya cumplí con la primera parte y estoy desnuda. Lo que significa que solo debo ponerme de rodillas y ya.

¿En dónde? ¿Hacia dónde debería mirar?

Ya deja de pensar tanto, por favor. Resultas molesta.

Me detengo a los pies de la cama. Lo hago allí, pensando que es el mejor lugar. Eso espero, al menos.

Tratando de no pensar, observo mis uñas, ya que las palmas de mis manos están sobre mis muslos. Debería ponerme otro color, porque la manicura francesa ya me está aburriendo, pero tampoco sé cuál usaría. Tampoco me detengo mucho con eso.

Los pasos de Bruno subiendo la escalera se sienten amplificados y suelto el aire, tratando de mantenerme erguida.

No me dice nada cuando entra al cuarto. No corrige mi postura. Se mantiene en silencio y eso me inquieta, especialmente cuando tampoco se acerca. Sé que es él por sus zapatos. Bueno, los zapatos son lo que logro ver, pero sé que es él por la fragancia que acompañó su entrada y por su forma de caminar. Es extraño que pueda reconocer el sonido de sus pasos, pero sé que es Bruno.

Levanto la mirada solo un poco y veo que está de espaldas a mí. Se detiene en el sofá que preferí no usar para dejar mi ropa y se sienta allí, de frente a la cama. Por ende, me está mirando.

Pongo los ojos en el suelo, sin saber qué pasará a continuación.

—Ven aquí —murmura. El tono de voz es bajo y me recuerda a un audiolibro erótico que Zaira compró una vez.

Levanto los ojos levemente y veo el gesto de su mano señalando el espacio entre sus piernas separadas. No tiene que decirme cómo ir, yo lo sé. Presiono mis manos en el suelo y muevo mis rodillas hasta él, gateando. Me detengo cuando estoy donde me pidió y levanto la mirada, más allá de sus pantorrillas. Tiene los dedos entrelazados y detengo mis ojos en su rostro.

Fuego | SEKS #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora