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Alexis

El día había empezado bien, demasiado bien y eso debía ser una alerta de que algo lo jodería todo de forma garrafal. No puedo creer que apenas logré salir ilesa de ese incendio y que Bruno — ¡Justo él! — fuera a sacarme del edificio en llamas. De todos los bomberos que hay en la ciudad... debía ser él.

¿Qué clase de juego macabro está jugando el destino conmigo?

Aún puedo sentir el olor a humo llenando mis fosas nasales mientras mi ex conduce, con Katia en los asientos traseros del coche. Tal vez no estamos juntos, pero él es mi contacto de emergencia, mi persona, al que llamaría ante cualquier cosa , aunque no le pedí que me llevara a casa, llegó a mi lugar de trabajo en cuestión de minutos, mientras yo aún intentaba procesar todo.

—Mami, ¿Quieres ver una película conmigo? Tú siempre me dejas ver películas cuando estoy triste.

—No estoy triste, mi amor —le sonrío por el espejo retrovisor e intento mantener la compostura —, solo tuve un susto muy grande.

—¿Los adultos también tienen miedo?

—A veces —le responde Mat —, a mí me asustan mucho los payasos — dice, sonriendo.

Imito su gesto y respiro el perfume del coche, mientras me relajo. Una vez que estamos en mi casa, Katia se baja velozmente y su papá me observa —. ¿Quieres que me quede un rato? Pam está en la casa de sus padres.

Niego.

—Estoy bien, solo me asusté — admito —, al menos Katia estaba contigo, creo que me hubiera vuelto loca sino... — se me llenan los ojos de lágrimas e intento calmarme —. Gracias por traernos, Mat.

—Llámame por cualquier cosa — abro la puerta del coche y asiento —. Lo digo en serio, Ale. Quiero que me llames por cualquier cosa, ¿Está bien?

—Lo haré — inspiro profundamente —. Mi teléfono quedó en el edificio, pero creo que tengo el antiguo, así que... compraré un chip y te escribiré —le digo.

—De acuerdo —me observa, indeciso y sé que se debate entre dejarme sola o insistir, pero no lo hace —. Si quieres un tiempo a solas, sin Katia...

—Quiero estar con ella —le digo.

Tras despedirnos, entro a la casa y me demoro unos segundos en poder poner la llave en el cerrojo, porque las manos me tiemblan. Lo logro y Katia es cautelosa a mi alrededor mientras dejo el cactus y el dibujo que ella me regaló hace unos años sobre la mesa. Eso necesitaba, eso quería salvar del fuego.

Por algunos segundos, la observo, su cabello recogido en dos trenzas que le hice por la mañana y me imagino a mí misma muerta, sin verla crecer, sin ver que se gradúe de su escuela o las discusiones cuando sea adolescente.

—¿Mami?

—Por qué... ¿Por qué no eliges una película mientras yo me doy un baño rápido? — Mamá Alexis no puede quebrarse.

—Está bien.

—Cuando salga, prepararé palomitas y beberemos refrescos hasta que nos revienten las barrigas.

Me sonríe y asiente y yo intento no tener una crisis en el baño, mientras veo mi reflejo humoso en el espejo. Me baño y me quito el hollín de la piel, reemplazando el olor a quemado con el del jabón de ducha. El agua me ayuda a recomponer mis emociones, al menos un poco. No negaré que el ansiolítico que me tomo también hace su parte. El psiquiatra que me atendió en la etapa más baja de mi vida dijo que podía tomar uno frente a estados de crisis, así que lo hago, porque este es un estado de crisis.

Fuego | SEKS #5Where stories live. Discover now