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preparen los ojitos para la shoracion


Cenamos con una charla llevadera. Evitamos cualquier tema de conversación que pueda desencadenar algo y, más tarde, llamo a Katia. Me siento culpable por no poder ser la madre que ella necesita y realmente ruego para que ella pueda ser feliz y tener una vida normal a pesar de mí.

Lavo los platos, aunque Bruno no quiere que lo haga, pero necesito hacer algo para distraerme de mis pensamientos. Lans me ha dado el día libre sin muchos miramientos y sé que Bruno tampoco irá a su trabajo.

—Creí que no podías faltar.

Se encoge de hombros.

—Tú eres más importante —responde.

—No tienes que dejar...

—Me importas más que mi trabajo, Alexis —dice con tono inflexible —, y no vas a convencerme de que cambie de parecer.

—¿Qué se supone que haremos mañana?

—No lo sé, lo pensaré mientras dormimos —replica, al tiempo que pasa su mano por las orejas de Kaile, que se acercó a la cocina. Ya cenó también, así que solo está buscando caricias —. Vamos a la cama —dice, varios minutos después.

Subimos las escaleras y Kaile nos sigue. Yo no digo nada, esperando a que el hombre la limite, pero no lo hace. Le señala el sofá de la esquina y ella se acomoda allí, sin decir nada.

—Creí que eras inflexible con eso de tener un perro en la habitación —murmuro.

—En la cama —me corrige —, no quiero perros en la cama, pero puede quedarse allí si quiere —me observa, sonriente —, pero a ti si que te quiero en mi cama, cielo.

—Qué privilegio —bromeo.

Se acerca a mí, pone sus manos en mi cadera y presiona su frente contra la mía antes de besar la punta de mi nariz. Sube un poco la camiseta y lo observo, esperando a que diga algo, pero no lo hace hasta quitar la prenda. Todavía la sostiene entre sus dedos cuando murmura:

—Solo dormir, Alexis —determina.

—Entonces, ¿por qué me desnudas?

Lleva la mano a mi columna, encontrando el broche de mi sostén.

—Porque necesito sentir tu piel contra la mía —murmura.

Esconde su cara en mi cuello, besando la piel y dejando su boca allí por varios minutos, mientras solo pasa sus dedos por mi espalda. Su tacto me agrada, me tranquiliza y aminora el ritmo cardíaco de mi corazón, que no dejó su acelere desde el mediodía.

Se detiene y me observa, señalando la cama, para que me meta en ella y me quito los pantalones y los zapatos antes de hacerlo. Lo observo mientras se quita su ropa y la sábana raspa el vendaje que puso en mi brazo.

—Esto... ¿debería quitarlo?

—No, déjalo hasta mañana —dice, observándolo. Frunce el ceño y sé que quiere preguntar al respecto, pero se contiene, así que le ofrezco algo de sinceridad.

—No me di cuenta de que me estaba lastimando hasta que vi la sangre —admito —, e incluso allí... no pude detenerme —me cubro con las mantas, tratando de protegerme —, y tampoco me di cuenta de que eras tú quien entró. Estaba... estaba tan atrapada que no pude verte —suspiro.

Lo escucho tragar saliva, pero no lo miro. Me siento bastante avergonzada por mi reacción, pero no me deja sentir así, porque se acomoda contra la almohada y me acerca a él.

Fuego | SEKS #5Where stories live. Discover now