–No fastidies, diurno –le reprende Jace.

Estamos en el comedor desayunando. Resulta que por ser diurno, el Instituto no percibe a Simon como amenaza y puede entrar sin problemas.

–¿Alec estuvo llorando toda la noche? –pregunta Maryse.

–Así es –afirmo en un bostezo–. Y no paraba a menos que fuera uno de nosotros a tranquilizarlo.

–Eso no es normal –Robert frunce el sueño–. Recuerdo que cuando era bebé era muy tranquilo.

–Perdona por no creerte –espeta Jace.

–¿Y Magnus? –pregunta Isabelle.

–Él estuvo dormido toda la noche. Las constantes molestias de Jonathan y Clarissa no interrumpieron su sueño –informa Rigna sin dejar de alimentar a Magnus.

–¿Y si está enfermo? –pregunta Catarina–. A ver, déjeme revisarlo –se dirige a Maryse.

Ella deja la cuchara llena de papilla y saca a su hijo de la silla alta. Catarina extiende sus manos para cargarlo y al tenerlo en sus brazos sus dedos sacan chispas azules, chispas que recorren el cuerpo de Alec en pequeños espirales. Al llegar a sus ojos estos brillan y comienza a llorar. Magnus lo ve con papilla cayendo de su boca e igualmente llora, Rigna lo carga y mece con cuidado. Catarina se acomoda a Alec en un brazo y con el otro abre su mameluco gris de la barriga y posa sus dedos azules en ella, Alec se le queda viendo inquisitivo. >Al menos paró de llorar.< Después de unos segundos, Catarina cierra la prenda, carga al bebé sobre su hombro y le da unas palmaditas. Como era de esperarse, Alec eructa y Magnus comienza a reír.

–Sólo tenía gases. ¿Le dieron formula anoche?

–Un poco –responde Jace apenado.

–Pero no lo hicieron eructar, ¿verdad? –alza una blanca ceja y hace que me sienta estúpida.

–No –respondo finalmente.

>Sí, soy una estúpida.<

Simon ~~

–Simon.

>No te muevas, que ni se te ocurra moverte.<

–Simon.

>Mantén los ojos cerrados, respira de manera normal, tú estás dormido.<

–¡Simon Lewis! ¡Despierta o yo te despertaré!

>Está mintiendo, sigue así, ella se cansará y tendrá que cuidar a su hermano.<
Siento como Izzy se levanta de la cama y sonrío para mis adentros. Fingir que estas dormido realmente funciona. Escucho pasos y estoy por dormir de verdad cuando siento todo mi cuerpo mojado. Abro los ojos y veo a Isabelle sostener el florero de vidrio vacío.

–Clary dijo que funcionaba –sonríe triunfante.

–Dormía, ¿sabes?

–No, no dormías. Ahora ve.

–¿A dónde?

–Te toca –señala el monitor en el piso–. Alec está llorando.

–Es tu hermano.

–Sí y tu eres mi novio. Y como tal sé que me ayudaras... –pestañea coqueta y hace una carita inocente– ¿verdad?

Esa cara, y esos ojos... y ese... y yo... no puedo...

–Ya voy –suspiro derrotado.

–Genial –se acerca y me da un beso en la mejilla–. No me despiertes ¿está bien?

Le sonrió y dirijo al cuarto de los llorones. Alec se retuerce en su cuna mientras Magnus lo mira desde sus barrotes arcoiris.

–A ver –me dirigo al pequeño y lo cargo–. ¿Qué tienes?

Lo meso y Alec se acomoda en mis brazos. Parece que a pesar de no tener calor corporal está a gusto, quizá le gusta el frío. Magnus lo mira preocupado e intenta alcanzarlo sacando su manita morena entre los barrotes azul y verde.

–Parece que alguien está preocupado –susurro–. ¿No es tierno?

Veo a Alec y si pudiera retener el aliento lo haría. Está temblando, el sudor en la frente pega su cabello a la cara, que está roja y saca moco de un color amarillo. No se ve nada bien. Presa del pánico, salgo corriendo hasta el dormitorio de Catarina donde, al no poder tocar, pateo la puerta.

–¡Catarina! –llamo histérico– ¡Catarina!

Ella abre la puerta de forma brusca y rápidamente me doy la vuelta. Está desnuda.

–Simon, ¿qué ocurre?

–Yo no sabía que tú... y el bebé rojo... Digo...

>Mátenme.<

–¿Podrías hablar claro? –pide la bruja– ¿Qué ocurre?

–Alec se ve mal y tú estás desnuda.

–Oh –parece que acaba de darse cuenta. Escucho que truena los dedos y eso me da confianza para darme la vuelta. Ahora la cubre una bata de seda rosa–. Lo siento. ¿Qué tiene Alec?

–Se ve con fiebre. Yo no puedo notarlo, pero está rojo.

La bruja se acerca y toca su frente. Por su cara, puedo ver que es algo grave.

–Entra –jala mi brazo y después susurra–. Qué suerte que eres frío.

.

–¿Dormiste bien? –me pregunta un radiante Jace.

>Idiota.<

–No me molestes, teñido.

–Que soy rubio natural.

–¿Por qué te ves tan cansado, Simon? –pregunta Clary preocupada– ¿Tú solo cuidaste a Alec?

–En realidad –Catarina deja su pan con mermelada–. Yo también estuve con él. Anoche Simon llegó con Alec en brazos, estaba muy mal, tenía fiabre y escalofríos, su temperatura era de cuarenta y tres grados. Por suerte, el cuerpo de Simon sirvió como una hielera y eso lo controló un poco. Logré estabilizarlo, pero aún así los dos nos quedamos para vigilarlo toda la noche... Más bien los tres.

–¿Tres? –pregunta Maryse.

–Sí –bostezo sin poder evitarlo–. Magnus también se quedó despierto. Miraba a Alec desde su cuna. Hasta hace unas horas se durmió y Rigna se quedó con él.

–¿Pero qué tendrá Alec? –pregunta Robert para nadie en concreto–. Recuerdo que era muy sano.

–¿Por qué no pudo ser como antes? –se queja Jace–. O por qué ese brujo no lo convirtió a los, no sé... ¿diez años?

En el centro de la mesa hay un monitor del cual sale un llanto. >Ah, denme un respiro.<

–Robert –Maryse levanta su taza–. Te toca.

Robert suspira derrotado.

–Ya voy.

Malec ¿otra vez? حيث تعيش القصص. اكتشف الآن