Capítulo XVII

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Salgo temprano, incluso antes de que Emiliano despierte. El sol aún no se asomaba por el este, enciendo el auto y me dispongo a recorrer 100 kilómetros al oeste. Si voy a comprar un arma, lo haré lo más lejos posible de mi hogar. Luego de la conversación con Marco, (si es que a eso se le puede llamar conversación). Quede más paranoica de lo que ya estaba. Siento que en cada esquina alguien me mira, aun estando en casa, siento que en cualquier momento Bill y quien sea que lo ayude, saldrán de la oscuridad y se llevaran a Emille. El bate de debajo de la cama ya no me hace sentir segura, nunca lo ha hecho realmente. Necesito un arma capaz de neutralizar a distancia a mi enemigo.

Coloco el GPS en el auto, pero para despistar a quien me sigue (si es que alguien lo hace), cambio la vía a cada que puedo. Ahora el camino es todo recto, solo hay vegetación y pantanos a las orillas de la carretera, reviso el retrovisor más de lo habitual. Conecto el Spotify al auto y coloco mi playlist favorito. Canto las canciones, buscando no pensar. Ya no quiero pensar en Bill, en Madison, en la enfermedad de Emiliano; ya no quiero pensar en nada. Estoy física y mentalmente agotada.
Estaciono en un minimarket a un par de cuadras del distribuidor de armas, nunca se puede ser demasiado precavida. El sol de Miami me quema la piel al segundo en que me bajo del auto, la temperatura esta sobre los 30°, y la humedad del ambiente no ayuda en nada, me ajusto los lentes de sol, y me pongo una gorra de beisbol negra. Camino apresurando el paso, hasta que entro en el estacionamiento de: Techno Guns. El lugar es pequeño, hay un mostrador alargado en forma de U, con tres hombres atendiendo. Las armas están bajo cristalería, pero se pueden apreciar de todo tipo, pistolas automáticas, semiautomáticas, rifles de caza, escopetas. Hay variedad para todo gusto.
Al entrar me topo con la mirada curiosa de un par de hombres que tenían desarmada una Glock 23 calibre 40, y examinaban el percutor.
—Buen día—saludo al hombre de 50 años tras el mostrador—necesito una glock 17. 9mm, por favor.

—Señorita, esto no es un supermercado de solo llegar y pedir, esta comprando un arma, necesito ver su licencia. —dijo con desdén. Casi puse los ojos en blanco, ¿realmente existen personas que manejen desde tan lejos a comprar un arma sin tener licencia? Creo que sí. Las debe de haber.

De todas maneras, en este país no es tan complicado sacar la licencia (CWFL) para portar armas de fuego, solo se requiere realizar una clase de cuatro horas, más una clase de una hora en polígono.
Reviso mi cartera y coloco la licencia sobre el mostrador. El hombre la toma y la lee con detenimiento.
—Bien, pero una glock es un arma muy pesada para usted.

—Deme el arma que le pedí. Yo me hare cargo del resto— el hombre arrugo la frente, pareció abrir la boca para decir algo más, pero la cerro sin emitir ningún otro comentario.

Me paso el arma en una bolsa de papel marrón, lo irónico es que, mientras camino por la calle cualquiera pensaría que llevo las compras del supermercado. Vuelvo al auto a las ocho menos un cuarto, mi celular comienza a vibrar, reviso y tengo 10 llamadas perdidas de Emiliano.
Por supuesto, preví que Emiliano me llamaría en cuanto notara mi ausencia en casa, le deje una nota en mi lado de la cama:

Em, no podía dormir, tomare mi tabla e iré a surfear un rato. ¡No te preocupes!
TE AMO

Puse en el GPS la dirección de Pier Lake Worth, es mi playa favorita para practicar, así que antes de venir, primero pasé por la playa a dejar la tabla, era lo mejor, sobre todo si quería pasar desapercibida al venir a comprar el arma. Marque su numero y conecte el teléfono a los manos libres.

—¿Estas bien? — son las primeras palabras que salen de su boca.

—Sí, Em, solo necesitaba despejar mi mente.

—Entiendo—responde con cautela—¿Sigues en la playa? —pregunta, y siento que comienzo a sudar frio. El GPS marca 32 minutos para llegar a donde se supone que estoy.

—No, las olas no estaban tan buenas—miento con descaro—vine a tomarme un café y voy para la casa, le dije a mamá que pasara a ver a Emi.

Lo que Aprendí de TiWhere stories live. Discover now