Capítulo IX

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Emiliano Russo

—¡Doctor! ¿Esta bien?—escucho vagamente la voz de una mujer—¡Emiliano despierta! Por favor, Alguien que nos ayude—grita con fuerza, me cuesta abrir los ojos, hago en gran esfuerzo hasta que lo consigo, todo me da vueltas.

Madison me ayuda a sentarme, no sé qué pasó, ni en qué momento perdí el conocimiento. Las pastillas están perdiendo su efecto.

—¿Esta bien?—pregunta preocupada mientras me ayuda a levantarme—¿Qué se supone que fue eso?

—Cáncer—suelto sin rodeos mientras me acerco a la jarra de agua que tengo en mi escritorio.

Bebo el vaso completo, y logro estabilizarme un poco, al girar de nuevo hacia Madison la veo en el mismo lugar, paralizada y con cara de espanto.

—¿Desde cuándo?—apenas logra gesticular.

—Hace varios meses, esta en etapa dos—trato de restarle importancia, pero aun así su mirada no cambia en lo absoluto.

—¿Estás con radioterapia? No creo que con quimio, ya no..—se detiene en seco.

—Ya no tendría cabello—completo su frase y baja la mirada avergonzada—esta bien, realmente estas en lo cierto—camino hacia ella y me siento en la esquina del escritorio—aún no he comenzado el tratamiento.

—¿Estás loco? Va en contra de todo lo que ustedes, los doctores recomiendan.

—Lo sé, y sí, lo más lógico y recomendable es iniciar con el tratamiento en cuanto se detecta, solo que...—suspiro frustrado.

—Te entiendo,  a veces es más fácil ignorarlo a poder enfrentarlo, yo pase por lo mismo—dice y se sienta en el escritorio junto a mí—imagino que para un doctor debe ser mucho más aterrador, han visto y estudiado lo que les pasa a las personas que padecen de esta enfermedad.

—Sí,  imagino que ese es uno de los motivos, pero no es el principal —admito, siendo ahora a la segunda persona a la que se lo cuento.

—Hay grupos de apoyo, no siempre tienes que ser el fuerte, el que salva, a veces debes dejar que alguien más te salve—la miro y me dedica una leve sonrisa—la familia también puede ser una gran ayuda.

—No les he contado, no quiero hacer sufrir a mi esposa, ella... no lo merece—sus ojos me examinan con cautela.

Pocas veces me permito sentirme vulnerable, pero han sido tantos meses de presión, secretos y miedo.

—Debes decirles, aunque sea duro, creo que es una de las peores partes, cada persona reacciona diferente ante la noticia, que te lo digo yo.

—¿A que te refieres?

—Mi mamá no podía verme sin llorar, mi papá en cambio era más fuerte, siempre buscaba darme ánimo, él me acompañaba a la quimio, podía ver en sus ojos tristeza, pero no decía nada, por el contrario buscaba alegrarme—su mirada permanecía clavada en el suelo—muchos amigos se alejaron, y lo entiendo, es difícil ver a alguien que puede morir, mi novio, soporto conmigo un año, luego no pudo más, y con lágrimas en los ojos decidió irse de mi lado.

—Siento escuchar eso.

—Esta bien, es parte del proceso, muchas personas se alejan, hasta uno mismo las aparta, yo tuve una faceta de mierda, estaba enojada con todos, con Dios, con el mundo, así que terminas alejando a todos porque al final, sientes que nadie te entiende—voltea a verme y coloca su mano sobre la mía—debes decirle, ella es quien debe tomar la decisión.

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Bianca Hoffman

Como se lo prometí a Emiliano,  llame a Alejandro a primera hora de la mañana, me dijo que me recomendaría a un psicólogo de su confianza en Miami, porque difícilmente podría hacerme terapias a distancia. No me agrada mucho la idea, pero sé que es algo que debo hacer, no puedo arriesgarme a recaer, menos teniendo a Emille.

Lo que Aprendí de TiWhere stories live. Discover now