Capítulo IV

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En cuanto escucho a Emi por el intercomunicador, me levanto de la cama con cuidado y voy a su cuarto a tomarla en brazos, hoy es el último día libre de Emiliano, así que dejaré que descanse un poco más y le prepararé el desayuno.

—Hola mi pequeña, buenos días—me dedica una leve sonrisa y la levanto de la cuna, enseguida comienza a buscar mi pecho—¿Es por lo único que me quieres no? Te apuesto a que si tu papá pudiera amamantarte yo sobraría por completo.

Me bajo el tirante y la posiciono para que pueda comer. Mientras me succiona bajo a la cocina y preparo café.

Hoy se me antojo hacer algo típico de mis raíces, saqué la harina que compré en el supermercado e hice la masa de las arepas, luego las puse a cocinarse en el sartén, y me dediqué a preparar el pollo mechado con aguacate.

Cuarenta minutos después, tenía el desayuno listo, puse a Emi en una mecedora automática, le dejé a su alcance algunos juguetes para que se distrajera en cuanto subía a buscar a Emiliano. Al entrar en la habitación ya no estaba en la cama, fui al baño y vi su silueta en la ducha, las grandes ventajas de tener puertas transparentes en vez de cortinas.

—¿Te quedarás espiando o te vas a unir? —pregunta sin voltearse, yo estoy en trance detallando cada musculo de su espalda que se tensa cuando pasa sus manos por la cabeza.

—Me encantaría, pero Emi esta abajo y nuestros encuentros en la ducha suelen tardar más de lo planeado.

—Humm...que lástima—cierra el agua y sale de la ducha colocándose una toalla alrededor de las caderas. Gotas de agua escurren por su cabello.

<<Creo que me case con el hombre más hermoso del mundo>>

—Baja pronto, te preparé algo rico—musito, me guiñe el ojo y me doy la vuelta antes de no soportar la tentación de verlo así.

Luego de desayunar, Emiliano recibe una llamada de emergencia de la clínica y le toca irse.

<<Nadie me manda a casarme con un doctor>>

Espero poder volver pronto al trabajo, si no estos días serán muy solitarios.

La imagen del instituto viaja de repente a mi cabeza, no puedo seguir postergando mi responsabilidad, debo ir y hacerme cargo de esto de una vez por todas.

Guardo en la mochila de Emi algunos pañales, y sus biberones, ni mis padres ni Elenna la pueden cuidar hoy, así que la llevaré conmigo, me amarro el portabebés en la cintura y la coloco dentro. No me agrada la idea de llevarla allí, pero estará segura conmigo.

Tomo una buena bocanada de aire y salgo. Optó por ir caminando, así aprovecho de despejar mi mente y prepararme psicológicamente para entrar allí. Alejandro me aconsejó que le contará a Emiliano, pero siento que es algo que debo hacer sola, necesito demostrarme que puedo con esto.

Llevo más de media hora fuera del instituto viéndolo como si fuese una casa embrujada a la que tengo que entrar y enfrentarme al fantasma demoníaco, cada que logro dar un paso retrocedo dos, mi instinto me advierte que me vaya, pero mi consciencia no me lo permite.

—Basta Bianca, tú no eres una cobarde—me regaño en voz baja—mami va a destruir a los malos mi beba.

Respiro profundo y camino hacia la entrada, subo las escaleras y abro la puerta, lo primero que percibo es aquel aroma particular a colegio, lucho por controlar mis recuerdos y continuo por el pasillo principal, cuando estudie aquí impartían jornada completa, desde las siete de la mañana a las seis de la tarde, se podría decir que era como mi segundo hogar, un hogar que odié.

Lo que Aprendí de TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora