Capítulo VII

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Siento que necesito sujetarme de algo para no caerme, el tiempo pasa como si estuviese en cámara lenta, permanece frente a mí, sereno mirándome con sus ojos negros y con esa sonrisa que tiempo atrás me derretía, el nudo en mi estómago incrementa cuando se me viene a la cabeza el nombre de Emiliano, instintivamente volteo y registro el lugar con la mirada para asegurarme de que no esté cerca, no quiero que se tope con Marco.

—Vete—exijo en un hilo de voz.

—No seas maleducada primita, él es mi acompañante—interviene Federica y la fulmino con la mirada.

—Tú cállate y lárgate de mi casa también, antes de que te saque yo misma—amenazo y abre la boca sorprendida, doy un paso al frente y ella retrocede, sabe bien que lo haría.

—Vamos Marco, Bianca es una desquiciada—lo toma del brazo y lo hala, pero él no la ve, sus ojos están puestos en mi.

—Espérame en el auto Federica, ya voy—le dice sin verla, ella resopla y sale de la casa hecha furia.

—Vete—le repito esta vez con más firmeza evitando que tiemble mi voz.

—Solo quería verte, y saber como estabas—dice en tono amable—hace tanto tiempo que no sé de ti.

—Estoy bien—me limito a responder.

—Me gustaría que pudiésemos hablar—da un paso hacia mí, y vuelvo a voltear para cerciorarme que Emiliano no lo vea.

—¿Qué pasa, tu esposo se molesta?—pregunta dudoso, pero con un aire de molestia.

—Temo más por ti que por mí —suelto con total sinceridad —no eres precisamente alguien de su agrado.

—Lo entiendo—me toma de las manos—solo quiero hablar un poco, por los viejos tiempos.

Y entonces como invocado por mi conspirador destino, aparece Emiliano, suelto las manos de Marco enseguida. Emiliano se acerca a mí y me abraza por la cintura. Marcando territorio claro está.

—Buenas noches—saluda a Marco—¿Tú quien eres?—puedo percibir una pizca de celos en su voz.

—Soy Marco, el exnovio de Bianca —suelta con elocuencia mirado fijo a Emiliano casi retandolo, la sangre abandona mi rostro y siento que en cualquier momento me voy a desmayar. Veo de reojo a Emiliano apretando la mandíbula, se esta conteniendo.

—¿Y qué haces aquí? Según entiendo no fuiste invitado—hace una pausa y me mira—¿O sí?—me pregunta directamente y niego rápido con la cabeza, entonces vuelve su mirada a él—Y tampoco tienes permiso de tocar a mi esposa.

—Ella no es un objeto al que me puedas prohibir tocar—suelta Marco y tengo que sujetar a Emiliano para que no se le lance encima.

—No te bastó con aprovecharte de ella cuando aún era una niña—escupe Emiliano con ira mientras aún lo sujeto del brazo.

—Yo jamás la obligue a nada, yo la amaba—se defiende Marco y yo siento que estoy viendo una película,   que en realidad no me esta pasando a mí. Respiro profundo para incorporarme al mundo real.

—Basta los dos—digo elevando el tono de voz, entonces voltean a verme—vete Marco, tú y yo no tenemos nada de que hablar—le pido sin titubear, no tiene nada que hacer en mi casa, y menos puede venir a crearme problemas con mi esposo.

—Bianca...—casi lo veo poner los ojitos que usaba para convencerme ante todo lo que me pedía en aquellos tiempos.

—Ya la oíste, ¡largo!—interviene Emiliano quien esta apunto de perder los estribos, y pasar de ser un hombre que salva vidas a uno que las quita.

Lo que Aprendí de TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora